En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: “Ningún discípulo es más que su maestro y ningún criado es más que su amo. El discípulo debe conformarse con llegar a ser como su maestro y el criado como su amo. Si al jefe de la casa le llaman Belcebú ¿cómo llamarán a los miembros de su familia?. No tengáis pues, miedo a la gente. Porque nada hay secreto que no llegue a descubrirse ni nada oculto que no llegue a conocerse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz del día; lo que os digo en secreto proclamadlo desde las azoteas de las casas. No tengáis miedo a quienes puedan matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede destruir el cuerpo y el alma en el infierno. ¿No se venden dos pajarillos por una pequeña moneda?. Sin embargo, ni uno de ellos cae en tierra sin que vuestro Padre lo permita. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de la cabeza los tenéis contados uno por uno. Así que no tengáis miedo, vosotros valéis más que muchos pajarillos. Si alguien se declara a favor mío delante de los hombres, también Yo me declararé a favor suyo delante de Mi Padre que está en el Cielo, pero al que me niegue delante de los hombres, también Yo le negaré delante de Mi Padre que está en el Cielo”.
(Mateo 10, 24-33)
MEDITACIÓN
El discípulo que sigue a Jesús, ha de perder el miedo a los poderosos de turno, sin ser imprudente, ha de tener valor para proclamar la verdad y la justicia. La fuerza no está en ser una persona que controle los enfrentamientos, sino en la infinita confianza de estar sostenido por los brazos de Jesús.
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