El nacimiento de Jesucristo fue así: María, Su madre, estaba comprometida para casarse con José, pero antes de vivir juntos, se encontró encinta por el poder del Espíritu Santo. José, Su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciar públicamente a María, decidió separarse de ella en secreto. Ya había pensado hacerlo así cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, descendiente de David, no tengas miedo de tomar a María por esposa, porque el hijo que espera, es obra del Espíritu Santo. María tendrá un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará al pueblo de sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: “La virgen quedará encinta y tendrá un hijo al que pondrán por nombre Emanuel”, que significa Dios con nosotros.
(Mateo 1, 1-16, 18-23)
MEDITACIÓN
Sólo un seno especial y virginal podía contenerle. Ni los Cielos ni el templo, ni las nubes ni el fuego, podían ser Su espacio sagrado. Pero un alma pura, una Virgen enamorada, sencilla, valiente, dócil y amante de las promesas de Yahvé, podía ser Tu Tabernáculo, sagrario de Tu presencia, trono de Tu majestad y sabiduría.
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