Jesús comenzó a hablarles por medio de parábolas. Les dijo: “Un hombre plantó una viña, le puso una cerca, construyó un lagar y levantó una torre. Luego la arrendó a unos labradores y se fue de viaje. A su tiempo, mandó a un criado a pedir la parte que le correspondía. Pero le echaron mano, le golpearon y lo enviaron con las manos vacías. Entonces, el dueño mandó otro, pero a éste lo hirieron en la cabeza y lo insultaron. Después mandó otros, pero a unos los golpearon y a otros los mataron. Todavía le quedaba uno: Su propio hijo, a quien quería mucho. A él lo mandó el último pensando. Sin duda respetarán a mi hijo. Pero los labradores se dijeron: Este es el heredero, matémosle y la viña será nuestra. Así que lo cogieron, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera. ¿Qué hará el dueño?. Pues irá, matará a los labradores y dará la viña a otros. ¿No habéis leído lo que dicen las Escrituras?: La piedra que despreciaron los constructores, es ahora la piedra principal. Quisieron entonces apresar a Jesús, porque sabían que la parábola iba contra ellos. Pero como tenían miedo de la gente, le dejaron y se fueron”.
(Marcos 12, 1-12)
MEDITACIÓN
Hay una actitud de confianza por parte de quien arrienda la viña y la respuesta negativa de aquellos en quienes confía, no provoca ningún cambio en Él. Su paciencia es larga y Su justicia espera. Dios es así, rico en paciencia y lento a la cólera. Jesús espera hasta el final un gesto de amor para recoger el corazón del que se convierte. Dios ha puesto en tus manos Su viña, sus pobres. Ha confiado en ti. ¡No lo defraudes!.
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