Fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando legó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que le oía, se preguntaba asombrada: “¿De donde saca todo eso?, ¿qué sabiduría es esa que le han enseñado?, ¿y esos milagros de sus manos?. ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, José, Judas y Simón?. Y sus hermanas, ¿no viven con nosotros aquí?”. Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
(Marcos 6, 1.9)
MEDITACIÓN
Señor, te echan en cara como insulto lo que es para ti un honor: Ganarte el pan con tu trabajo de carpintero, ser hijo de María y José, así como del resto de tu familia. Yo me siento orgulloso de ser de tu familia, tener por Madre a María, de ser tu amigo y vivir a tope la fe.
Orden del Temple, 2.013