Llegaron a la otra orilla, a la tierra de Gerasa. Se le acercó un hombre que tenía un espíritu impuro. Nadie podía sujetarlo. Pero cuando vio de lejos a Jesús, echó a correr y poniéndose de rodillas le dijo a gritos: “¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Altísimo!”. Jesús le preguntó: “¿Cómo te llamas?”. Él contestó: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y rogaba a Jesús que no enviara los espíritus fuera de aquella región. Y como allí se encontraba una piara de cerdos, los espíritus le rogaron: “Mándanos a los cerdos y déjanos entrar en ellos”. Jesús les dio permiso y los espíritus salieron del hombre y entraron en los cerdos. Estos, que eran dos mil, echaron a correr pendiente abajo hasta el lago y se ahogaron. Los que cuidaban a los cerdos, salieron huyendo y contaron en el pueblo lo sucedido. Y cuando legaron donde estaba Jesús, vieron sentado y en su cabal juicio al endemoniado. La gente estaba asustada y los que habían visto lo sucedido se lo contaron a los demás. Al volver Jesús a la barca, el hombre le rogó que le dejara ir con Él, pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete a tu casa, con tus parientes y cuéntales lo que te ha hecho el Señor y cómo ha tenido compasión de ti”.
(Marcos 5, 1-20)
MEDITACIÓN
Durante nuestra vida, recibimos y generamos pensamientos y criterios que terminan por hacernos daño a nosotros mismos, como le sucedía a este pobre endemoniado que se golpeaba contra las piedras. Con Jesús vuelves a recobrar en juicio y te transformas en un misionero de Su Palabra, si cuentas lo que Dios ha hecho contigo.
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