Jesús dijo a los Doce: “Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del Hombre va a ser entregado a los Sumos Sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de Él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, y a los tres días resucitará”. Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan y le dijeron: “Maestro, concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Jesús replicó: “No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que Yo he de beber o de bautizaros con el Bautismo con que Yo me voy a bautizar?”.  Contestaron: “Lo somos”. Jesús les dijo: “El cáliz que Yo voy a beber lo beberéis y os bautizarán  con el bautismo con que Yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a i concederlo; está ya reservado”. Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: “Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos, los tiranizan y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: El que quiera ser grande, sea vuestro servidor y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar Su vida en rescate por todos”.
(Marcos 10, 33-35, 37-45)

MEDITACIÓN

Señor, que poco oportunos fueron Santiago y Juan proponiéndote que les reservaras un puesto de honor, cuando acababas de anunciarles que tu trono iba a ser la cruz. La vanidad y la ambición van de la mano y en cualquier momento, atraen nuestro interés y nuestro corazón.

Orden del Temple+++, 2.013