Cuando se cumplieron los díass en que debían purificarse, llevaron al Niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. En aquel tiempo, vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo que adoraba a Dios yesperaba la restauración de Israel. El Espíritu Santo, le había hecho saber que no moriría sin ver antes al Mesías, a quien el Señor había de enviar. Guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al Templo y cuando los padres entraban para cumplir lo dispuesto por la Ley, Simeón lo tomó en brazos y alabó a Dios diciendo: “Ahora, Señor, Tu promesa está cumplida, ya puedes dejar que tu siervo muera en paz Porque he visto la salvación que has comenzado a realizar ante los ojos de todas las naciones, la Luz que alumbrará a los paganos y que será la honra de Tu pueblo de Israel. Simeón les dio su bendición y dijo a María, la madre de Jesús: “Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan y muhos se levanten. Será un signo de contradicción, que pondrá al descubierto las intenciones de muchos corazones. Pero todo esto va a ser para ti como una espada que te atraviese el alma”.
(Lucas 2, 22-35)
MEDITACIÓN
Sé que llevo Tu Ley escrita en mi conciencia y a veces no quiero escucharla o cumplirla, y pierdo la oportunidad de seguir Tu Voluntad en esos detalles pequeños de lo cotidiano, de lo escondido. María y José cumplían Tu Ley y Tu proyecto se hacía realidad. Déjame hoy levarte en mis brazos, experimentando lo pequeño que soy y lo poco que se necesita para afianzar o romper nuestra relación.
Copyright. Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.011
© Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.011