Sucedió que un sábado fue Jesús a comer a casa de un jefe fariseo y otros fariseos le estaban espiando. Al ver Jesús que los invitados escogían los asientos de honor en la mesa, les dio este consejo: “Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que llegue otro invitado más importante que tú y el que os invitó a los dos venga a decirte: Deja tu sitio a este otro. Entonces tendrás que ir con vergüenza a ocupar el último asiento. Al contrario, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó te diga: Amigo, pásate a este sitio de más categoría. Así quedarás muy bien delante de los que están contigo a la mesa. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado y el que se humilla, será engrandecido. Dijo también el hombre que le había invitado: Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos a tus hermanos, a tus parientes o a tus vecinos ricos, porque ellos a su vez te invitarán y quedarás así recompensado. Al contrario, cuando des una fiesta, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y los ciegos; así serás feliz, porque ellos no te pueden pagar, pero tú recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten”.

(Lucas 14, 7-14)

MEDITACIÓN

La grandeza humana, se muestra de manera discreta. No con una exhibición de lo que se hace sino con un servicio sencillo y humilde. Es más difícil realizar lo extraordinario con sencillez, que lo sencillo de manera ampulosa. Buscar el reconocimiento ajeno y no el de Dios, no es un buen signo de grandeza ni humana ni espiritual.

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