Cuando ya los sabios se habían ido, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate hasta que yo te avise, porque Herodes va a matar al niño para matarlo”. José se levantó, tomó al niño y a su madre y salió de noche con ellos camino de Egipto, donde estuvieron hasta que murió Herodes. Esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había dicho: “De Egipto llamé a mi hijo”. Al darse cuenta Herodes que aquellos sabios de Oriente le habían burlado, se enfureció, y calculando el tiempo, por lo que ellos habían dicho, mandó matar a todos los niños menores de dos años que vivían en Belén y sus alrededores. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Jeremías: “Se oyó una voz en Ramá, llantos y grandes lamentos. Era Raquel que lloraba a sus hijos y no quería ser consolada porque ya estaban muertos”.
(Mateo 2, 13-18)
MEDITACIÓN
Nos identificamos con Herodes, cuando nos sabemos fuera de control, temerosos fe ser desplazados o consumidos por la envidia. Cuando nos damos demasiada importancia, es fácil caer en el resentimiento y llegar a convertirnos en lo peor de nosotros mismos o en obstáculo para los demás.
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