Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “Se parecerá el Reino de los Cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite, en cambio las sensatas, se llevaron las alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A media noche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!. Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Las necias le dijeron a las sensatas: ¡Dadnos un poco de vuestro aceite que se nos apagan las lámparas!. Pero las sensatas contestaron: Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo y las que estaban preparadas entraron con él en el banquete de bodas y se cerró la puerta. Mas tarde llegaron también las otras doncellas diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!. Pero él respondió: Os lo aseguro, no os conozco. Por tanto velad, porque no sabéis ni el día ni la hora”.
(Mateo 25, 1-13)
(Mateo 25, 1-13)
Meditación
Señor, no solo no sé el día ni la hora de mi muerte, sino tampoco el lugar y el modo de mi encuentro contigo. Por eso me inculcas la necesidad de estar siempre preparado, con la lámpara de la fe encendida, al alma limpia y el corazón anhelante por Tu venida.
© Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.009