Uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los Sumos Sacerdotes y les propuso: “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?”. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces, andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los Ázimos, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”. Él contestó: “Id a la ciudad, a casa de fulano y decidle: “El Maestro dice: Mi momento está cerca, deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”. Los discípulos, cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer, se puso a la mesa con los doce. Mientras comían dijo: “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar”. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: “¿Soy yo acaso, Señor?”. Él respondió: “El que ha mojado en la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del Hombre se va, como está escrito de Él, pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber nacido”. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: “¿Soy yo acaso, Maestro?”. Él respondió: “Tú lo has dicho”.
(Mateo 26, 14-25)
MEDITACIÓN
Señor, el traidor queda al descubierto, pero su resolución está tomada, y camina a ciegas. ¡Que jamás me deje arrastrar por la ceguera de la tentación y la desesperación después de pecar!. Pero volveré humildemente a tu lado, guiado por la fe.
Orden del Temple, 2.013