Entre los que habían venido a celebrar la fiesta, había algunos gentiles; éstos, acercándose a Felipe, el de Betaida de Galilea, le rogaban: “Señor, quisiéramos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a Andrés y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me sigsa y dónde esté Yo, allí estará mi servidor; a quién me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada y ¿qué diré?, Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, que esta hora Padre, glorifica Tu nombre”. Entonces vino una voz del Cielo: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. La gene que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno, otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: “Esta voz no ha venido por Mi, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando Yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia Mi”. Esto lo decía, dando a entender la muerte de que iba a morir.
(Juan 12, 20-23)
MEDITACIÓN
Señor, fuiste grano de trigo que cayó en tierra y dio fruto abundante. Al ser elevado en la cruz, me atráes poderosamente hacia ti, a pesar de mis debilidades y traiciones. Quiero servirte y seguirte hasta la cruz y compartir muerte y vida contigo.
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