En aquel tiempo, María dijo: “Mi alma alaba la grandeza del Señor. Mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador, porque Dios ha puesto sus ojos en mi, Su humilde esclava y desde ahora me llamarán dichosa, porque el Todopoderoso ha hecho en mi grandes cosas. ¡Santo es Su Nombre!. Dios tiene siempre misericordia de quienes le honran. Actuó con todo Su poder, deshizo los planes de los orgullosos, derribó a los reyes de sus tronos y puso en alto a los humildes. Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Ayudó al pueblo de Israel, Su siervo, y no se olvidó de tratarlo con misericordia. Así lo había prometido a nuestros antepasados, a Abraham y a sus futuros descendientes”. María se quedó en Israel unos tres meses y después regresó a su casa.
(Lucas 1, 46-56)
MEDITACIÓN
¿Por qué yo, Señor?. Si había tantos mejores que yo, más capaces, más listos, más inteligentes… ¿por qué has puesto en mi tanto de Ti?. ¿Qué voy a hacer ahora?, esconderme, correr?. ¡No!, tengo que mirar a Tu madre y abrirme sin temor, reconocer Tu generosidad y que me sigues enviando Tu espíritu que me mueve y me transforma. Yo te pregunto, Señor: ¿Qué quieres de mi?….
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