Jesús se llevó a Pedro, Santiago y Juan, subió con ellos solos a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede hacerlo ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: “Maestro, ¡que bien se está aquí!, vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Estaban asustados y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube que decía: “Éste es mi Hijo amado, escuchadlo”. De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos”. Esto se les quedó grabado y discutían que qué querría decir aquello de resucitar entre los muertos. Le preguntaron: “¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?”. Les contestó Jesús: “Elías vendrá primero y lo restablecerá todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del Hombre tiene que padecer todo y ser despreciado?. Os digo que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito”.
(Marcos 9, 1-12)

Meditación

Señor, ¡que bien se está junto a Ti en la montaña!, pero el Padre me aconseja que te escuche en el valle de la vida, donde Tú dices que he de cargar con la cruz. Quiero seguirte en todos los momentos de mi vida, tanto en los de alegría como en la tristeza.

© Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.009