Jesús, llevando Su cruz, salió para ir al llamado lugar de la Calavera (que en hebreo es Gólgota). Allí lo crucificaron y con Él a otros dos, uno a cada lado. Junto a la cruz de Jesús, estaban Su madre y la hermana de Su madre, María la esposa de Cleofás y María Magdalena. Cuando Jesús vio a Su madre y junto a ella el discípulo a quien Él quería mucho, dijo a Su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Desde entonces, aquel discípulo la recibió en su casa. Después de esto, como Jesús ya sabía que todo se había cumplido y para que se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo sed”. Había allí una jarra de vino agrio. Empaparon una esponja en el vino, la ataron a una rapa de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús bebió el vino agrio y dijo: “Todo está cumplido”. Luego, inclinó la cabeza y murió.

(Juan 18, 1-19, 42)

MEDITACIÓN

A menudo, la impaciencia y el estrés, nos empujan a utilizar ese impulso para hacer el bien o luchar por lo justo de manera equivocada. Jesús nos enseña que no debemos usar la violencia en nombre de Dios para hacer Su voluntad. Él, rechazaba toda forma de violencia.

© Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.010