Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según el ritual de los sacerdotes, le tocó a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso. Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor. Pero el ángel le dijo: “No temas Zacarias, porque tu ruego ha sido escuchado; tu mujer Isabel,  te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y muchos se alegrarán con su nacimiento, pues será grande a los ojos del Señor, no beberá vino ni licor, se llenará del Espíritu Santo ya en el vientre materno y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto”. Zacarías replicó al ángel:”¿Cómo estaré seguro de eso?, porque yo soy viejo y mi mujer de edad avanzada”. El ángel le contestó: “Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero mira, te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento”. Dias después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir cinco meses, diciendo: “Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los hombres”.
(Lucas 1, 8-20; 24-25)
MEDITACIÓN
Del tronco de Jesé, te alzas como un signo para los pueblos, ante quienes los reyes enmudecen, las naciones imploran su auxilio y su nombre, Jesús, que es garantía de salvación.
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