Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tatos, que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la Palabra.. Llegaron cuatro llevando a un paralítico y como no podían meterlo con el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”. Unos escribas que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: “¿Por qué habla éste así?. Blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados fuera de Dios?”. Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: “¿Por qué pensáis eso?, ¿qué es más fácil, decirle al paralítico “tus pecados quedan perdonados” o decirle “levántate, coge tu camilla y echa a andar?”. Pues para que veáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la Tierra para perdonar pecados…”. Entonces le dijo al paralítico: “Contigo hablo. Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”. Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios diciendo:“Nunca hemos visto una cosa igual”.
(Marcos 2, 1-12)

MEDITACIÓN

Señor, hoy me toca ir hacia ti apesadumbrado, por la fragilidad de mi vida, por mis errores y mis faltas. Y a ti, humildemente te digo que no te alejes de mi, y que mi noche sea el prólogo del amanecer que me espera si te sigo.

© Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.010