En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a Jesús, a preguntarle si era Él quien había de venir o debían esperar a otro. Los enviados de Juan se acercaron, pues, a Jesús y le dijeron: “Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte si tú eres el que había de venir o si debemos esperar a otro”. En aquel mismo momento, Jesús sanó a muchas personas de sus enfermedades y sufrimientos y de los espíritus malignos, y dio la vista a muchos ciegos. Luego les contestó: “Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Que los ciegos ven, que los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso el que no pierde su confianza en Mi!”.
(Lucas 7, 19-23)
MEDITACIÓN
En tiempos de Jesús estar enfermo o ser pobre, era señal de la pérdida del favor de Dios o del pecado. Fueron precisamente aquellos que los demás calificaban de pecadores, los primeros hacia los que Jesús guió sus pasos. En Él, los pobres se sintieron amados y fueron liberados de su sufrimiento.
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