Entonces Jesús les dijo: “¡Que necios y torpes sois para no creer lo que anunciaron los profetas!. ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en Su gloria?”. Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a Él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo: “Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída”. Y entró para quedarse con ellos y sentado a la mesa, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se los dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él desapareció. Ellos comentaron: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”. Y levantándose al momento se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once apóstoles que estaban con sus compañeros y decían: “Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón”. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y como lo habían reconocido al partir el pan.
(Lucas 24, 13-35)
Meditación
Señor, del desconcierto al gozo desbordante y en el centro Tu Palabra que llega al corazón y Tu gesto al partir el pan. Me siento bien con los discípulos de Emaús, que reflejan mis momentos de confusión y hasta las dudas que en un momento dado me desaniman, hasta que Tú te haces el encontradizo y te quedas conmigo.
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