Jesús les contó esta parábola: “Uno hombre tenía dos hijos. El más joven dijo: Padre, dame la parte de herencia que me corresponde. Y el padre repartió los bienes. El hijo menos vendió su parte, y se marchó lejos, donde todo lo derrochó. Al fin se puso a pensar: ¡Cuántos trabajadores de mi padre tienen comida de sobra!, volveré con mi padre. Todavía estaba lejos, cuando el padre lo vio, corrió a su encuentro y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: Padre, he pecado contra Dios y contra ti y no merezco llamarme tu hijo. Pero el padre ordenó: ¡Vamos a comer y hacer fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir, se había perdido y lo hemos encontrado!. El hijo mayor, llegando ya cerca de la casa, oyó la música y el baile. Tanto le irritó esto que no quería entrar. Respondió a su padre: Tu sabes cuantos años te he servido y jamás me has dado siquiera un cabrito. En cambio, llega ahora ese hijo tuyo que ha malgastado tu dinero con prostitutas y matas para él el becerro cebado. El padre le contestó: Hijo, tu siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo, pero ahora debemos hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano que estaba muerto, ha vuelto a vivir”.
(Lucas 15, 1-3. 11-32)

MEDITACIÓN

Jesús nos invita a Su Reino a pesar de nuestras infidelidades y tibio corazón. Él espera que hagamos lo mismo con aquellos que nos rodean y son frágiles y débiles en sus comportamientos. No es fácil acoger a los demás, sobre todo a aquellos a los que nadie acoge. Ora al Señor, para que rompa tus miedos y comodidades, y te de un corazón más abierto y acogedor. Recuerda que el auténtico perdón comienza en ti aunque aquel a quien ofendiste no lo haya hecho del todo. Acércate esta semana a alguien con quien te sientes enfadado y trata de reconciliarte de corazón.

© Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.010