El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”. Él envió a dos discípulos diciéndoles: “Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua, seguidlo y en la casa que entre decidle al dueño: “El Maestro pregunta: “¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les habían dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se los dio diciendo: “Tomad, esto es Mi cuerpo”. Tomando una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron, y les dijo: “Esta es Mi sangre, sangre de la Alianza, derramada por todos. Os aseguro que no beberé del fruto de la vid, hasta el día que beba vino nuevo en el Reino de Dios”. Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos,
(Marcos 14, 12-16, 22-26)

Meditación

Señor, no quiero acostumbrarme de manera tibia a recibir la Eucaristía, sino a verte cada día con ojos nuevos y descubrir Tu rostro cercano, y con el corazón dispuesto para amarte como el mejor discípulo y amigo.


© Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.009