Dijo Jesús a sus apóstoles: “No penséis que he venido a la Tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que quiere a su hijo o su hija más que a Mí, no es digno de Mí. El que encuentra su vida la perderá y el que pierda su vida por Mí la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a Mí y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un Profeta porque es Profeta, tendrá paga de Profeta y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá paga de justo. El que dé de beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca a uno de estos pobrecillos sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro”. Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
(Mateo 10, 34-11,1)
© Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.009
(Mateo 10, 34-11,1)
Meditación
Señor, hablas claro y duro. Quieres que mi corazón te tenga a Ti por encima de todo y de todos, y lo haces porque me amas y me señalas el camino de la felicidad verdadera y que pueda entender, que sólo Tu amistad llenará mi corazón y que sólo en Tu amor encontraré la Vida. Y ese mismo amor, me invita a acoger a los demás, como si te acogiera a Ti mismo.
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