Así dice el Señor: “Mirad a mi siervo, al que sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi Espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará. no clamará.las calles. La caña cascada no le quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en la Tierra y sus leyes, que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”. (Isaías 42, 1-4)
El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías. Él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y Fuego”. En un bautismo general, Jesús también se bautizó , y mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre Él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: “Tú eres Mi Hijo el amado, el predilecto”.
(Lucas 3, 15-16, 21-22)
MEDITACIÓN
Jesús, tú vas en la fila de los que acuden a bautizarse, como un pecador más en busca de purificación y estás asumiendo mi lugar, porque yo soy el pecador que necesito el perdón, siendo tú el único justo. Gracias Jesús, por tu bautismo y por el mío.
Orden del Temple, 2.013