Jesús volvió a salir de la región de Tiro y pasando por Sidón y los pueblos de la región de Decápolis, llegó al lago de Galilea. Allí le llevaron un sordo y tartamudo y le pidieron que pusiera Su mano sobre él. Jesús se lo llevó a un lado, aparte de la gente, le metió los dedos en los oídos y con saliva le tocó la lengua. Luego, mirando al cielo, suspiró y dijo al hombre: “¡Efatá! (es decir, ¡ábrete!”. Al momento, se abrieron los oídos del sordo, su lengua quedó libre de trabas y hablaba correctamente. Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo contaban ellos. Llenos de asombro decían: “Todo lo hace bien. Hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
(Marcos 7, 31-37)
© Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.010
(Marcos 7, 31-37)
MEDITACIÓN
Si escuchamos con atención lo que Jesús nos dice, también sentimos dentro de nosotros la necesidad de anunciar la Palabra de Dios en formas diferentes, poniendo en ello compasión, convicción y coraje.
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