Se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: “Si quieres, puedes limpiarme”. Sientiéndo lástima, extendió la mano y lo tocó diciéndole: “Quiero, queda limpio”. La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió encargándole severamente: “No se lo digas a nadie, pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés”. Pero cuando se fue, comenzó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera en descampados y aún así, acudían a Él de todas partes.
(Marcos 1, 40-45)
MEDITACIÓN
Señor, si quieres puedes limpiarme. A mi paso por este mundo, se me van pegando a los pies y al corazón el barro del mundo y sus apetencias, que son peor que la lepra. Yo quiero ser limpio de corazón, limpio de vida, no por mis fuerzas sino por tu gracia.
Copyright. Todos los derechos reservados. Orden del Temple, 2.012