Unos fariseos se acercaron a Jesús, y para tenderle una trampa, le preguntaron: “¿Le está permitido a uno separarse de su esposa por un motivo cualquiera?”. Jesús le respondió: “¿No habéis leído en la escritura que Dios, al principio, los creó hombre y mujer?”. Y dijo: “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos serán cómo una sola persona. Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, no separe el hombre lo que Dios ha unido”. Ellos le preguntaron: “¿Por qué, pues, Moisés mandó entregar a la esposa un certificado de separación cuando se la despide?”. Jesús les dijo: “Precisamente por los tercos que sois, os permitió Moisés separaros de vuestras esposas, pero al principio no fue así. Yo os digo, que el que se separa de su esposa, a no ser por motivo de inmoralidad sexual y se casa con otra, comete adulterio”. Le dijeron sus discípulos: “Si ésta es la situación del hombre con respecto a su mujer, mas vale no casarse”. Jesús les contestó: “No todos pueden comprender esto, sino únicamente aquellos a quienes Dios ha dado que lo comprendan. Hay diferentes razones que impiden a los hombres casarse. Algunos ya nacen incapacitados para el matrimonio, a otros, los incapacitan los hombres, y otros viven como incapacitados por causa del Reino de los Cielos. El que pueda aceptar esto, que lo acepte”.
(Mateo 19, 3-12)
MEDITACIÓN
Dios quiere una vida plena para nosotros, pero, según sea nuestra medida interior o espiritual, no puede ofrecerla. Es como decía San Pablo, a un niño no puedes darle más que leche y poco a poco otros alimentos. Su Ley de Amor, respeta tu medida, tu capacidad, pero si tu corazón y tu mente se abren a Su Palabra, descubrirás cosas inauditas. Por ejemplo, Él puede darte el don de la castidad, el de la fidelidad matrimonial, y el de vivir en otra dimensión, más allá de lo evidente.
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