Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo y al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
“Mi niña está en las últimas, ven , pon las manos sobre ella, para que se cure y viva”. Jesús se fue con él acompañado de mucha gente. Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: “Tu hija ha muerto, ¿para qué molestar más al Maestro?”. Jesús alcazó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que tengas fe”. No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro , Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban. Entró y les dijo: “¿Qué estrépito y que lloros son estos?. La niña no está muerta, está dormida”. Sw reían de Él, pero Él los echó fuera a todos y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la tomó de la mano y le dijo: “Talitha qumí” (que significa: Contigo hablo, niña, levántate). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar (tenía doce años). Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase, y les dijo que dieran de comer a la niña.
(Marcos 5, 21-43)
MEDITACIÓN
Señor, me conmueve el corazón tu bondad y tus detalles, compadeciéndote del padre desolado y resucitando a su hija; y tus detalles preocupándote de que le dieran de comer.  Todo ello nos hace ver que eres único, Señor.
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