Retomando el relato donde lo dejamos en la última entrega, recordemos que aunque no hay hechos demostrables históricamente, si tenemos unos términos geográficos específicos que pueden darnos algunas pistas de cuando fue escrito el texto. Si seguimos esta línea, obtenemos una imagen bastante fiable de lo que el autor conocía y la geografía con la que estaba familiarizado y eso ayuda a localizarlo cronológicamente hablando. Sabemos cuando vivió Pitom, que ha sido identificado como la ciudad de Pi-Hahirorh. La construyó el Faraón Nekao aproximadamente en el 600 a.C.,(no antes del 605 a.C. con total seguridad). Al salir de Egipto, encontramos topónimos como Team o Baal-zepho; todos ellos pertenecen a la geografía más reciente de Egipto. Muchos de ellos no existían en el nuevo reino donde se supone que tuvo lugar la historia. El periodo Zaita que se corresponde con la dinastía 26 del año 664 al 525 a.C., parece un buen telón de fondo para la historia, tal y como se explica en el Éxodo, habiendo una horquilla entre el siglo VI y VII a.C.

Las pistas reunidas apuntan en una misma dirección. Algunos relatos, incluyendo el Éxodo, se empezaron a escribir en el siglo VII a.C. El arqueólogo Neil A. Silberman va a consultar todo esto con Israel Finkelstein y fueran las que fueran las reglas históricas que inspiraron las fuentes del Éxodo, la historia no describe el Egipto del XIII a.C. La investigación de esta historia, nos vuelve a llevar al siglo VII a.C. ¿Qué razones hay para que en ese periodo se empezaran a redactar estos textos?. Tenemos que ampliar nuestra perspectiva.

En el siglo IX a.C., Canaan estaba dividida en dos reinos: Israel y Judea, situados entre los dos Imperios mas importantes de Oriente Próximo, al sur de Egipto, siendo Canaan un centro importante para ellos por su posición estratégica y en el NO estaba Asiria, el gran Imperio Mesopotámico de la época. Su deseo por conseguir la hegemonía regional, le convertía en uno de los enemigos mas encarnizados de Egipto e Israel y Judea, se vieron atrapadas por esa rivalidad, pero no compartirían el mismo destino. A finales del siglo VIII a.C., los asirios aparecieron en escena, aniquilaron el reino del Norte y ocuparon sus territorios; los refugiados se desplazaron a Jerusalén y a Judea, lo que supuso una gran carga para sus gentes, ya que era la única nación israelita en pie.

La investigación se desplaza a Jerusalén, al reino de Judea, donde la historia del Éxodo se tejió en el siglo VII a.C. y desenmarañar estas historias requieren un cuidadoso análisis. Jerusalén tiene miles de habitantes y excavar aquí es un verdadero reto, pero se han realizado sorprendentes descubrimientos, gracias a la resolución de los arqueólogos. Hay un muro que se construyó en el siglo VIII a.C. en la época del rey Ezequías. Ahí Jerusalén creció rápidamente por la gran cantidad de refugiados que llegaron del Norte y ante la amenaza de ataques asirios, Ezequías decidió fortificar la ciudad y levantó ese enorme muro para rodear la colina occidental de Jerusalén. Durante su reinado la ciudad sufrió una gran metamorfosis (Valle de Hinnon-Valle de Cedrón), y de ser un pueblo de 6 hectáreas pasó a 60 protegido por una impresionante muralla.

El arqueólogo Ronny Reich de la Universidad de Haifa, lleva muchos años excavando esa zona, en especial la ciudad de Jerusalén, cuya única fuente de agua fluía extramuros y no se podía acceder a ella si la ciudad era sitiada. Ezequías mandó hacer un túnel que traería el agua a las reservas del baluarte, así que se excavó en la roca 500 metros en forma de S y llegaron al centro sin error alguno, pero no se sabe como lo hicieron, aunque están las inscripciones de ambos grupos hasta que se encontraron.

Una inscripción en hebreo antiguo tallada en la roca, conmemora el encuentro de los dos grupos y la Biblia lo cuenta en el Libro de los Reyes. Esta inscripción es una prueba de Judea en ese tiempo y que estaba administrada por funcionarios reales con alfabetización suficiente para documentar sus logros para el futuro. Así, ese pequeño reino se convirtió en un Estado.

Tras la caída del reino del Norte solo había un Estado neutral: Judea, que dudaba si someterse a los asirios o seguir siendo independiente con la ayuda de Egipto. El hijo de Zagón decidió poner fin a la situación y el 701 a.C. el nuevo rey asirio Senaquerib, fue a la región de Judea encabezando un enorme ejército. Cuando llegaron a Lakish, la segunda ciudad más importante del reino, la sitiaron. Hoy es un monte artificial, pero entonces era una gran ciudad donde hubo una batalla memorable. Las excavaciones de sus fortificaciones han revelado un fuerte enfrentamiento. El director de las excavaciones, lo es también de la Universidad de Arqueología de Tel Aviv.

Los asirios vinieron a Judea, a Lakish, en vez de a Jerusalén para demostrar lo que eran capaces de hacer y luego mandó su ejercito a Jerusalén para negociar con Ezequías y llegar a algún acuerdo. Lakish fue derrotada y para evitar que Jerusalén tuviera la misma suerte, Judea pagó un tributo y se convirtió en vasallo de Asiria. Pero esta sumisión condujo paradójicamente a una prosperidad sin precedentes.

Los yacimientos correspondientes a este periodo, cuentan la misma historia. Judea controlada por los asirios, comerciaba con aceite y otros productos a gran escala y tuvo un gran gobierno. Los restos arqueológicos, indican el nacimiento de una gran nación. Lamelej (que pertenece al rey), son ejemplo de una administración desarrollada. Las vasijas están estandarizadas y las impresiones de los sellos también, así que tenemos pruebas de la administración del Estado en su periodo de apogeo a finales del VIII a.C. Esto modifica el estado geopolítico de la región. Los asirios superados por problemas internos, dejaron el Levante aproximadamente en el 630 a.C., y el final del Imperio neoasirio, se caracterizó por graves problemas especialmente en Babilonia y eso fue una época atractiva para los movimientos de liberación.

Con esto, surgió un audaz proyecto en Judea, la conquista del reino del Norte y es ahí donde el enfrentamiento con Egipto empieza a tener sentido. Un rey llamado Josias reinaba en Jerusalén y era el biznieto de Ezequías. La Biblia habla muy bien de él y los autores del texto bíblico cuentan como Josias ordenó que se trabajara en el Templo de Jerusalén, hecho de suma importancia para la investigación. Durante ese trabajo, el Sumo Sacerdote descubrió un libro y anunció: “Se ha descubierto el Libro de la Ley”, que se le dio al rey el cual se quitó toda la ropa en señal de duelo o consternación. Entonces hizo una gran reforma, convirtiendo a Jerusalén como único lugar legítimo de adoración a Dios y prohibiendo que se orase en cualquier otro lugar.

¿Se encontró realmente un libro o fue un pretexto para lanzar un proyecto?. Nadie lo sabe, pero como resultado Josias hizo el cambio mas radical de la historia del reino. Los expertos creen que este libro, al que se le ha dado el nombre de Libro del Pacto, era en realidad el Libro del Deuteronomio, el quinto libro del Pentateuco. La reforma daba prioridad a las leyes que habían sido dadas a Moisés en el Sinaí y centralizaba la religión en Jerusalén. Pero ¿era éste el único objetivo de Josias?. Él necesitaba el control y poder del Estado y una manera de conseguirlo era reformar el culto, adorando a un solo Dios y en un solo lugar: Jerusalén, así se agrupaban todos los objetivos políticos.

Pero tras un periodo de inactividad, Egipto renovó sus ambiciones imperiales y el Faraón Paramético I albergaba un sueño que era devolver a Egipto la gloria de sus antiguos faraones como Ramsés II, quedándose con el control de Canaan a la que Asiria había renunciado. Para Josias, Egipto era la única amenaza real y el único obstáculo para el gran Israel, pues los otros tenían sus propios sueños. Judea y Egipto estaban al borde de un conflicto militar y ¿qué sucedió entonces?: Una muestra de que el más pequeño pueblo podía triunfar sobre el mayor de los Imperios cuando sus gentes eran guiadas por Dios y Su Ley.

La historia del Éxodo es algo más que la huída de Egipto porque para que la liberación fuera completa, fue imprescindible recibir la Ley y ésta llega al margen de cualquier instancia política que Moisés brinda al pueblo. En la historia bíblica se compara a Moisés con un hombre que intenta jugar el papel de libertador y creador de la Ley: El rey Josias, y es que la Ley desempeña un papel importante en los israelitas y pone el lazo, un pacto entre los israelitas y su Dios.
Desde entonces, la transmisión de esa Ley, es el segundo pilar del judaísmo, una religión que une al pueblo y a su Dios para siempre.

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