“Bienaventurados los que sufren, porque ellos serán consolados”.

El sufrimiento de los hombres, no viene de Dios, sino que, el que sufre, lo ha causado él mismo o su alma ha asumido en el reino de las almas una parte de las culpas del alma de un hermano o una hermana, para expiar por ella en la existencia terrenal, a fin de que el alma del hermano o la hermana, pueda entrar en ámbitos de vida más elevados.

 

Quien cargue con su sufrimiento sin inculpar a su prójimo y reconozca en el sufrimiento sus faltas y debilidades, se arrepienta, pida perdón y perdone, recibirá la misericordia de Dios, pues Dios, el Eterno, quiere consolar a sus hijos y quitarles lo que no sea bueno ni saludable para su alma, ya que cuando el sufrimiento abandona el alma, es decir, cuando han sido saldadas las causas que se habían hecho activas en el alma, el hombre se acerca más a Dios.

“Carga con tu sufrimiento”, quiere decir: No te quejes de ello, no acuses a Dios ni tampoco a tu prójimo. Encuentra en tu sufrimiento tu comportamiento pecaminoso que te ha llevado a este padecer. Arrepiéntete, perdona y pide perdón y no vuelvas a hacer lo que has reconocido como pecado. Entonces la culpa del alma puede ser anulada por Dios y recibirás con incremento de Él, fuerza, amor y sabiduría.

Cuando te encuentres con un hombre afligido y puesto a prueba por el sufrimiento y te pida ayuda, socórrele y ayúdale hasta donde te sea posible y sea bueno para su alma. Y cuando veas que tu prójimo acepta la ayuda agradecido y con ella se reconstituye, dale más aún si te es posible. Sin embargo, tú que traes la ayuda, hazlo desinteresadamente. Si sólo lo haces por obligación externa, no recibirás por ello recompensa espiritual alguna y además, no harás servicio alguno al alma del afligido y puesto a prueba por el sufrimiento, sino solamente al cuerpo, vehículo del alma.

(continuará)
 
Copyright. Todos los derechos reservados. Orden de Sión