Un Discípulo, aunque lo intente, no puede ocultar su Luz. Su estado se manifestará sin que diga una palabra, porque su vibración silenciosa y penetrante, estimula a quienes se le acercan. Se encontrará con antagonismos de los que hasta ahora fueron sus amigos, críticas amargas para minar su camino y destruir su fuerza, todo lo que el mundo no puede comprender y por tanto odia.
¿Qué Discípulo no ha tenido que enfrentarse a los ataques insidiosos de familiares y amigos después de haber jurado fidelidad eterna al Maestro?. Sentirá que se le abre un abismo que los separa, hasta que los demás, que están al otro lado, y dejan de oír su voz. Es una experiencia dolorosa pero de un valor incalculable. Durante su caminar, tendrá que ayudar a los que se queden inertes, vencidos por alguna pérdida y deberá responder con la palabra y el gesto, que transformará esta pérdida a los ojos y el corazón del afligido.
Hace tiempo, la lectura y el estudio pudo ser una preparación, pero ahora ya hay que trascender de las palabras escritas, porque lo que ahora recibe, no viene en los libros. Esto nos lleva, a que el ocultista debe quedar fuera de la mesa de los hombres y servir para algo. Los académicos han proliferado pero el práctico es raro y lo consideran un fanático o un fenómeno. No hay nada más bello y trascendente en la naturaleza como el Espíritu Santo, que inspira al hombre y lo atrae sin que él sepa como ni donde. Por eso no espera nada de la opinión de los hombres ni la tiene en cuenta, sino que habla con la naturalidad del Hijo del Hombre. Es una facultad, una fuerza organizada, segura de sí misma, afirmada en su dirección, inconsciente de su propia influencia para la mayoría. El Discípulo es un guerrero que lleva las cicatrices del combate; siempre está listo para el ataque, lo cual es propicio para las dificultades de la vida, pero si quiere estar a la defensiva y así salvar la cara y la reputación, de esa manera no es posible encontrar la fuerza de los Maestros.
La obra del Discípulo, cualquiera que sea la vía elegida, debería presentar esta cualidad particular de fuerza, competencia y utilidad, que obliga a todos los demás a reconocerle; debe tener un valor al que los otros aspiren. Así, su obra será apreciada, juzgada y estimada, lo que será algo que le compense de las reacciones en contra de su medio cercano. Un Discípulo que ha alcanzado este estadio en su trabajo, surgirá de su alma y grupo, un estilo de vida y consciencia que le permita dominar gradualmente el dolor y la angustia que no dejará de producirle la rápida ordenación de su karma y una progresión regular en la técnica del sendero.
El Novicio más perfecto, debe comprender a los Maestros, cuya profunda experiencia en las Leyes y las técnicas del ocultismo constituye el hecho más sorprendente de la existencia humana. El Discípulo se distingue por la facultad de reconocer de inmediato la Verdad bajo cualquier forma.
El hombre reconocido como Discípulo del Maestro tiene en sí mismo la prueba de su contacto con lo cósmico o con el mundo oculto de la fuerza, y usa los resultados que le inspiran éste contacto para un servicio eficaz en la vida cotidiana. Un hombre que vive para sí mismo, cualquiera que sea su nivel académico, está fuera de la definición de Discípulo. Tampoco puede actuar solo para su propio desarrollo o ambición personal, prestigio o beneficios mundanos. La condición de Discípulo, tiene sus propias y rigurosas Leyes que mezclan esta forma de ambición. Las largas pruebas y preparación serán esfuerzos perdidos y sin significado, si el Discípulo con su entrenamiento, no es más que un servidor de la ambición.
El Discípulo no busca nombre ni prestigio en el mundo profano; la condición de Discípulo tiene unas Leyes rigurosas que niegan esta forma de ambición o las hacen auxiliares de la fuerza y la eficacia, que se deben de utilizar en interés de la evolución de la consciencia. El Discípulo sin saberlo, es a veces candidato a perder nombre y prestigio y se encuentra envuelto en un combate solitario, en el que los perjuicios adversos le amenazan.
Ser Discípulo es demostrar una estructura de técnica mental, psíquica y espiritual, basada en una organización de la personalidad y aplicada a un trabajo concreto, bajo la vigilancia de un Maestro. El Discípulo, ha de estar muy por delante de aquellos a los que se propone ayudar y de no ser así, será justamente desacreditado. La diferencia entre el verdadero ocultismo y el que no, es la misma diferencia que hay entre la personalidad y su carencia, ya que la verdadera personalidad tiene una perspicacia, gracias a la cual no será juguete de falsos valores.
La experiencia durante el noviciado, le permite permanecer firmemente y con confianza en su propio lugar; oír la voz del alma por encima de las insistentes de la vida personal profana y seguirla, hablando con autoridad a los que buscan.