Este símbolo de Venus, debe recordarnos que la manifestación esencial de Dios para con el hombre, cuando se expresa en Su aspecto femenino, se hace Amor, motor universal de toda manifestación.

“Este cielo tiene por todas partes el Espíritu Divino, donde se inflaman el Amor que le envuelve, y la Verdad precipitándose como un aguacero”.

Nos explica Beatriz por la pluma de Dante, hablando del 9º cielo, cielo cristalino y primer móvil, que pertenece pues directamente al mundo divino y lugar donde es posible la contemplación mística del Punto Último y de los nueve círculos Angélicos.

Así, con la realización de éste Círculo de oraciones dirigidas a la Virgen Universal, podemos esperar la puesta en acción de la energía más sutil y eficaz a la que podamos acceder como criatura encarnada. Es la antesala de la Fuente misma del universo, la Rosa Mística de lo Empíreo, a la que podemos acceder. Pensemos bien esto, cuando recitamos, a veces con inercia, esta cadena de Padre Nuestro y Ave María.

Sin embargo, no creamos que en la práctica, la oración utilizada para favorecer algunas realizaciones, nos libera de esfuerzos en nuestro plano. Todos los creyentes sinceros saben, que la actuación del hombre no consiste en esperar, paciente y pasivo ¡qué todo llega!.

La oración asume un papel fundamental en la construcción que hemos considerado, toca al hombre asumir justamente, la parte que le corresponde, realizando las condiciones materiales para que pueda, en las condiciones humanas más favorables, encarnar las cosas. No hay que tomar a los creyentes sinceros más crédulos de lo que son y pensar que olvidan las tradiciones “Ayúdate y el Cielo te ayudará”. Además, cabría el derecho de preguntarse, ¿para qué sirve este preámbulo que presenta una estructura notablemente diferente y no cíclica?.

(continuará)

 
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