Los estudiosos modernos, disertan mucho sobre la historia del Éxodo, pero lo importante de ésta, no es que relate unos hechos, sino que es verdadera. En otras palabras, esa historia contiene algunas de las verdades más profundas de la condición humana. ¿Qué significa vagar por el desierto?, ¿qué significa soñar con una tierra prometida?, ¿qué significa huir de la esclavitud y pensar en la idea de la libertad?. Esta es una historia sagrada porque no solo contiene verdades, sino que éstas son animadas por Dios y así, la historia del Éxodo siempre inspirará nuestras vidas, aunque no fueran 600.000 los hombres que salieran de Egipto, es igual aunque solo fueran 5 ó 1.
Para los escritores de la Biblia, lo más importante es como Dios entregó a Moisés las Leyes, pues fue la única vez que Dios habló cara a cara a un humano. El Señor desciende sobre el monte Sinaí y llamó a Moisés a la cima de la montaña y él subió. Luego Dios le dictó Sus palabras y le dijo: “Yo Soy Yahvé, el Dios que te sacó de Egipto. No adorarás a otro Dios que a Mi. No esculpirás imágenes algunas para venerar y servir. No usarás el nombre de Yahvé en vano. Recordarás el día del Sabbat y lo santificarás. Honrarás a tu padre y a tu madre. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No prestarás falso testimonio. No codiciarás los bienes del prójimo.
Para los escribas, lo que ocurrió en el monte Sinaí, fue la clave para entender por qué Israel había perdido el favor de Dios, porque los Diez Mandamientos eran el núcleo de un contrato vinculante entre Dios e Israel. Uno de los grandes descubrimientos de los últimos tiempos, es que en el Oriente Próximo había gran cantidad de documentos legales, dados entre generaciones e individuos, y en la Biblia, el contrato entre Dios e Israel, adopta la forma de esos antiguos contratos, usa la terminología legal de la época y es como si el contrato llamado hoy día dijera “en lo sucesivo, Dios será la parte contratante de la primera parte.
Envió a la segunda parte fuera de Egipto y se acuerda que no tendrá otros dioses, etc., es decir, se entendía como un contrato en toda regla. Dios ha hecho esto por nosotros y esto es lo que vosotros tenéis que hacer a cambio. Después del Sinaí, el resto de las historias de los israelitas, serían análisis de ver si habían cumplido o no los mandamientos de Dios. Fue un desafío al que tenían que enfrentarse, sin tener a Moisés para guiarles, porque según las historias, después de conducir a su pueblo por el desierto hasta la tierra prometida de Canaán, Dios prohibió al propio Moisés que entrara en ella. Moisés subió al monte Nebo y Yahvé le mostró todo el país. “Esta es la tierra que juré entregar a Abraham y Jacob y se la daré a tus descendientes. Te he permitido que la vieras, pero no cruzarás sus umbrales”. Entonces Moisés, servidor de Yahvé, murió y nadie ha encontrado su tumba jamás. Nunca ha habido un profeta como él, el hombre que conoció a Yahvé cara a cara.
Tenemos a un hombre que para empezar, no quería ser Profeta, ya que fue Dios quien le obligó. Todo era para llegar a la tierra prometida y luego a las mismas puertas, le dice que no puede entrar. El dolor de ese momento es casi insoportable y parece que la vida de Moisés, a pesar de todos sus triunfos, es una vida frustrada. Lo único que hace que el lector pueda seguir, es que la Biblia termina diciendo que Moisés vio a Dios cara a cara y por eso, aunque no llegó a pisar la tierra prometida que era el objetivo de su vida, llegó a ver a Dios, lo que, tal cual como dice la Biblia, es el objetivo de cualquier vida.