Igualmente, el sacrificio de la oveja o del camello en Mina, ya no tiene el carácter prehistórico de la ofrenda para alimentar o aplacar a los dioses. Están prohibidos para comer los animales muertos, la sangre y la carne de cerdo. Sólo los animales que hayan sido sacrificados y sangrados pueden servir de alimento, pero en las cercanías de la Meca, se prohíbe terminantemente cazar, y el animal que pueda llevar el peregrino como víctima destinada al sacrificio, ostenta ornamentos en el cuello para que se sepa para lo que está destinado.

Cuando se han cumplido los ritos de la Caaba, Safa y Marwa, Mina y Arafat, así como los sacrificios y visita a la mezquita, aún quedan por realizar algunos requisitos tradicionales antes del regreso. Uno de ellos consiste en beber agua del aljibe Zemzem, agua de la ciudad santa sobre la cual se han ido creando una serie de leyendas. También los fragmentos de las hojas de palmera que han servido para barrer el templo, sirven como recuerdo y reliquia para los peregrinos, pero como no hay suficientes escobas para poder fraccionar y dar a todos, se dan a los peregrinos pequeñas escobas humedecidas en el agua del pozo sagrado.

Esto es así, porque el lavado de los suelos es un rito que se celebra con solemnidad por los servidores del templo sólo tres veces al año, y suelen ser entre cien mil y doscientos cincuenta mil los visitantes cada año. Dice una de las leyendas, que el manantial sagrado de Zemzem, lo hizo brotar del suelo un ángel, cuando la esclava Agar, que dio a Abraham un hijo llamado Ismael, estuvo a punto de morir de sed después de andar vagando por el desierto. Por este origen milagroso, se atribuye al agua de la Meca, el poder de lavar los pecados y limpiar los males, tanto del cuerpo como del espíritu.

No es por ello extraño, la avidez de los peregrinos de beber aunque sea un sorbo y también procuran llevarse una vasija para llevarse agua, Más nadie puede sacar agua del pozo ni del aljibe sino los empleados del templo, que reciben por ello una retribución de los más ricos, que quieren llevarse agua no sólo para beber sino para las abluciones y regalarla a sus familiares y amigos cuando vuelven a casa. Más las vasijas, no pueden ser de arcilla adquirida en la Meca, porque está prohibido llevarse alguna forma de tierra de la ciudad sagrada, por eso el agua siempre ha sido envasada en recipientes de metal.

El peregrino que regresa de la Meca, se considera un hombre purificado, más trae por la abstinencia a que se ha visto sometido, una gran avidez sexual, lo que dio lugar a un mercado femenino, sobre todo en la Edad Media, con grandes transacciones de esclavas y más tarde por la enorme cantidad de prostitutas que acudían al lugar.

Otra lamentable cuestión, es que el peregrino al regresar, era muchas veces portador de enfermedades contagiosas, porque la enorme concentración de tantos peregrinos, animales sacrificados, etc., hacen frecuente el cólera, la peste y la disentería. Así llegaron a veces epidemias a Europa desde estos lugares, a través de Egipto y la costa mediterránea. Así en la época de las Cruzadas, la mortandad fue más terrible a causa de las enfermedades que de las batallas.
(continuará)

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