El lamaísmo dio al Budismo un carácter tibetano, que hizo a los lamas como seres superiores al resto del pueblo, capaces de formular recetas mágicas o conjurar demonios, todo lo cual no existía en el Budismo primitivo, cuyos monjes no se ocupaban de fórmulas, amuletos ni nada parecido, sino avanzar en el camino de la santidad por la meditación, pláticas espirituales y aplicar las normas de la ley de Buda, así como la bondad universal, incluso para los animales.
En uno u otro aspecto de los muchos que adoptó el Budismo, aceptaron las peregrinaciones como necesarias, de acuerdo con las propias palabras atribuidas a Buda y que constan en los textos. Según el Mahaparinibbanasutta, el mismo Buda indica a Ananda que todo creyente debe visitar cuatro lugares: El paraje donde nació Buda, el sitio donde logró la iluminación, el lugar de su primera predicación y la tierra donde entró en el Nirvana, es decir, donde murió. A estos lugares, debían peregrinar no solo los monjes y monjas del Budismo, sino los seglares, con la seguridad de que si morían durante la peregrinación con el corazón puro, abandonaría el cuerpo más allá de la muerte, para renacer a otra vida en el cielo. Estos cuatro lugares respectivamente son Kapalivastu, Bodh Gaya, Sarnita (cerca de Benares) y Kucinasara.
Cuando el cuerpo del Buda fue incinerado en la pira, con grandes ceremonias funerarias de música y guirnaldas de flores, acudieron al acto mensajeros de los países ya convertidos al Budismo para reclamar alguna reliquia, las cuales fueron divididas en ocho partes y cada representación se llevó la suya, y los que legaron tarde, se llevaron los carbones de la incineración. Así nació el culto a las reliquias, que fueron depositadas en varias comarcas, bajo monumentos de piedra y tierra, o stupas, convertidos desde entonces en rutas de peregrinación.
Otro aspecto de las peregrinaciones Budistas, independientemente de la veneración de las reliquias, fue la adoración a las estatuas de Buda, levantadas en toda su extensa área de difusión en muchos templos que ya han desaparecido, pero cuyas ruinas se visitan con devoción. Nuevos templos fueron levantados después con gigantescas imágenes de Buda, siendo quizás el más grandioso el construido en Birmania, donde la gran Pagoda de Rangún posee centenares de estatuas de Buda, que los peregrinos visitan una tras otra con gran veneración.
Los letrados y filósofos chinos, estaban mucho más cerca de Confucio que de Buda, y la doctrina del pensador Lao-Tsé, contenida en el libro Taoteking, era sólo asequible a los filósofos, porque resultaba muy sutil y abstracta para el vulgo. Quizás por esta doctrina filosófica de Lao-Tsé, surgió después un Taoismo posterior, donde se mezclan las antiguas creencias chinas de astrología, magia e incluso normas de higiene, en la misma forma que los conceptos fundamentales de Confucio sobre moral familiar, social y estatal, así como de amor, obediencia y respeto, se transformaron por el pueblo en una religión que terminó por ofrecer sacrificios a imágenes de Confucio y construirle templos. Pero esta tendencia sobrenatural, fue acallada más tarde por el Neocunfucionismo, debido en gran parte a que la predisposición china no fue nunca propicia a establecer un sistema de pensamiento sobre bases religiosas, sensibles como en la India, sino en todo caso metafísica o intelectualizadas.
(continuará)
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