Los Caballos:
Representan la Osadía y el valor para eliminar el Miedo. Sus movimientos describen la escuadra y el compás, tan importante en los estudios masones, sus movimientos son en forma de L, que en sistema de numeración romana tiene un valor de 50, descomponiéndolo nos está indicando la Ley del Rigor.
Los Alfiles:
En las cortes medioevales, se conocían con el nombre de Obispos y eran quienes más cerca estaban al Rey; alegorizaban los Alfiles, las Lanzas, la Urania Venus de los Griegos.
El Rey:
Representa la Sabiduría, nuestro real SER, el Venerable Maestro Interno, la estrella interior que siempre nos ha sonreído.
Todo el juego del Ajedrez, consiste en colocar al rey en una situación tal que no pueda moverse y es entonces y sólo entonces cuando se le da muerte o Jaque Mate. Sabido es que terminada una partida de Ajedrez, se puede iniciar una u otras, según los acuerdos de los contrincantes, pero el Rey, sigue siendo el Rey y no cambia, así es nuestro Real SER, es lo que ha sido, lo que es y lo que será. Es de anotar que algunos valores que hemos dado a las fichas, no son los valores clásicos, sino Esotéricos.
La Reina:
No podría faltar en el tablero de la existencia y en el ajedrez, el elemento femenino, el principio universal de la vida, la cual resplandece en toda obra, Dios mismo, es el Rey desdoblado en Mujer, el Eterno Amor que fluye y refluye en todo lo creado. Desde niños añoramos sus ternuras, porque ella es la otra mitad de nuestro SER y viceversa.
Sin la Dama en una partida de Ajedrez, nos sentimos sin el poder supremo, estamos perdidos.
Si hacemos un estudio Trascendental de las diferentes culturas, vemos como detrás de la gloria de los Grandes Hombres Ilustres, siempre ha estado la Mujer, como la Sacerdotisa de Tebas, en medio de antorchas habló a las multitudes, como Sacerdotisa de los templos de Misterios. Reinó en Egipto, como vestal de Delfos, bajo el nombre de Pitonisa. Un gran maestro dijo: el Sumun de la Belleza es la Mujer, la Naturaleza, la Música, las Flores, un paisaje, un niño nos conmueve, pero la Mujer, no sólo nos conmueve sino que nos atrae, nos inspira y nos provoca.
La libertad de los movimientos de la Dama, en un tablero de Ajedrez, es formidable, los valores fundamentales del Ajedrez son el Tiempo, o sea la Rapidez para realizar los planes, espacio, dominio del mayor número de defectos si los proyectamos de jugada en el ajedrez son bien hechos y con fuerza suficiente, si el desarrollo y las circunstancias han sido maravillosas, el resultado será la victoria.
En la vida el hombre se enfrenta con innumerables problemas, cada persona necesita saber cómo resolver cada uno de estos problemas; inteligentemente, todo ajedrecista sabe que toda solución está en el problema mismo, siempre que haya tranquilidad y equilibrios perfectos entre la mente, la emoción y el centro motor.
En el mundo existe una enorme masa de personas a quienes se les ha proporcionado todos los elementos para triunfar en la vida, pero carecen de hábitos y de capacidad de o para razonar lógicamente, porque podemos asegurar que todos los seres humanos somos fichas de ajedrez en el tablero de la vida; y sobre nosotros están seres Superiores, que unas veces dan apoyo a las fichas negras y otras a las blancas.
Cada uno de nosotros en estos momentos, está volviendo a repetir la misma partida de su vida anterior, más las consecuencias, buenas o malas, bajo los efectos de la Ley de Recurrencia. Jugadores inconscientes, que no hemos aprendido a jugar inteligentemente y que nuestro destino no lo decide un solo propósito, sino miles y miles de agregados psicológicos.
Todos los seres humanos sin una enseñanza superior espiritual, somos como una partida de Ajedrez sin Peones, cortos de inteligencia y con muchas limitaciones que ignoramos. Dentro de nosotros existen enormes posibilidades que debidamente desarrolladas nos llevarían a la Victoria final.
Nos invita pues, el Conocimiento,  mediante el juego ciencia, a ser verdaderos jugadores inteligentes y conscientes, como también para mover dentro de nosotros fuerzas superiores ignotas, que harán de nosotros hombres reales y verdaderos.
(Continuará)
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