Autor: Fr. E.C.


Puede afirmarse, por tanto, que el Temple se comportó de manera generosa: sin otra prebenda que la autorización en sí para edificar el fortín, asumió el coste de su construcción, lo dotó de milicia, se responsabilizó del mantenimiento de ésta y ofreció seguridad a una zona ajena a sus dominios.

Ciertamente, conseguía con ello una atalaya desde la que hostigar, allí precisamente donde disfrutaban de refugio, a las partidas de bandoleros que castigaban su bayliato. Pero, a pesar de esto, puede estimarse el gesto como de excesiva generosidad. Y, conociendo los usos propios de la Orden, extraña que no se las arreglara para lograr alguna contrapartida de Alfonso X, con quien, por otra parte, mantenía una excelente relación.

Esto obliga a preguntarse si con la edificación del Castillo de Cortegana el Temple no perseguiría algún otro objetivo. Y, efectivamente, el análisis del mapa templario en la zona dibujado en apartados precedentes permite comprobar como con la Casa-Fuerte corteganesa la Orden lograba un magnífico enclave de enlace entre la capital del bayliato, Jerez de los Caballeros, y sus posesiones al sur de Huelva, en general, y en La Rábida–Saltes, en particular. Véase hasta que punto.

¿Qué distancia existe entre el Castillo de Jerez y el Monasterio de La Rábida?. Pues, cómo no, los mismos 124 kilómetros que, como se constató en apartados previos, separan la fortaleza tanto de Lepe (centro histórico) como de Sevilla (C/ Zaragoza, 60); e idéntica longitud que tiene el arco del compás, que pinchando en el castillo jerezano, une el centro histórico de Lepe con el número 60 de la calle Zaragoza en Sevilla, pasando por encima precisamente de la Isla de Saltes y La Rábida.

En estos 124 kilómetros que separan el Castillo de Jerez del Monasterio de La Rábida, la principal dificultad orográfica la conforma la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Y, una vez salvada esta cadena montañosa, el camino se reduce a menos de 80 kilómetros de suave perfil que atraviesan el Andévalo y, dejando al este los dominios templarios en Villalba del Alcor, desembocan en tierras llanas próximas ya a la costa. Es por esto que al Temple le interesaba un enclave al sur de la Sierra de Huelva que, mirando al Andévalo, facilitara la conexión Jerez–La Rábida y entre el sur de la provincia pacense bajo su control y sus posesiones al sur de la onubense.

¿Dónde situar exactamente tal enclave?. Como se ha destacado en páginas anteriores, los templarios eran aficionados a utilizar la aritmética y la geometría para localizar sus emplazamientos. Y tratándose de facilitar una ruta, lo más sencillo es procurar dibujar una línea recta entre los dos lugares a unir y elegir sobre ella el sitio exacto.

Aplicándolo al caso que aquí ocupa, hay que trazar una línea recta entre el Castillo de Jerez y el Monasterios de La Rábida y, sobre ella, fijar un punto ubicado al sur de la Sierra de Aracena y los Picos de Aroche. Puestos manos a la obra, puede observarse el resultado en el mapa que se recoge seguidamente. Se constata que la línea recta en cuestión marca exactamente hacia el sur, con una mínima desviación. Y pasa por encima de Cortegana y su castillo, localizados, a la par, al sur de la serranía onubense.

De ese modo, partiendo desde el Castillo de Jerez en línea recta hacia el sur y en dirección al Monasterio de La Rábida, el Castillo de Cortegana proporcionaba al Temple un recinto bien acondicionado y seguro al que se accedía tras recorrer 45 kilómetros por la serranía onubense. A partir de él, se podía retomar un camino de orografía amable que, desviándose 35 kilómetros al este, conduce a Villalba del Alcor y los Campos de Tejada y, continuando en línea recta, desemboca en La Rábida-Saltes, con Lepe a 25 kilómetros al oeste.

Resulta evidente, pues, la idoneidad de Cortegana para fijar un enclave de tránsito entre las posesiones templarias al sur de Badajoz y al sur de Huelva, en general, y entre Jerez y La Rábida, en particular. Por lo que con la construcción del castillo corteganés, el Temple no sólo ganaba un fortín desde el que pugnar contra las partidas de bandidos, sino, aún más importante, pasaba a contar con un emplazamiento estratégico en su mapa de conexiones y accesibilidad entre encomiendas y dominios, ofreciendo apoyo en una ruta tan notable como la que desde la capital del Bayliato de Jerez de los Caballeros conduce directamente al Océano Atlántico y al potente enclave La Rábida-Saltes.

Epílogo

Por iniciativa directa del monarca francés Felipe el Hermoso -contó con el apoyo de Guillermo de Nogaret, su despiadado y omnipotente secretario, y con la aquiescencia de Clemente V, un papa pusilánime centrado en cuestiones terrenales-, el viernes 13 de octubre de 1307 arrancó la persecución de la Orden del Temple con el asalto a su sede en París. Tras cuatro años y medio de cruel hostigamiento, el 22 de marzo de 1312, el papa promulgó la bula Vox in excelso por la que quedó definitivamente suprimida la Orden. Y el 18 de marzo de 1314, el último Gran Maestre del Temple, Jacques de Molay, fue quemado vivo de manera pública en el atrio de Notre-Dame. Sólo 33 días después, el 20 de abril, murió Clemente V; y 222 días más tarde, el 29 de noviembre, Felipe el Hermoso corrió la misma suerte. Nogaret cayó en desgracia y falleció en la pobreza y abandonado por todos.

Tras la ocupación del edificio parisino del Temple, las huestes del rey galo no encontraron nada, mucho menos los documentos secretos de la Orden que en aquel lugar se custodiaban. Los templarios allí residentes fueron encarcelados e interrogados mediante tortura. Se pudo desvelar así que el Gran Maestre de la Orden había tenido conocimiento de la inminencia del asalto días antes de que se produjera. Y puso a salvo la documentación de valor en un convoy que salió de París la noche antes del allanamiento. Para dificultar su seguimiento, no partió un convoy, sino tres, aunque sólo uno transportaba realmente los documentos.

Uno de ellos se dirigió a las costas de Bretaña, para surcar el Canal de la Mancha y ponerse a salvo en Escocia. Otro se encaminó a tierras germanas, para hallar la protección de la Orden Teutónica. Y el tercero cruzó los Pirineos, para atravesar la península ibérica y buscar refugio en el Norte de África, donde entre los musulmanes contaba el Temple con aliados leales.

Jamás se pudo discernir cuál de estas tres direcciones fue la seguida por los documentos secretos. ¿Servirá de pista el hecho de que, aunque con carácter general los templarios no usaron la fuerza en defensa de sus posesiones, esta regla tuvo unas pocas excepciones?. En particular, la protagonizada por la principal encomienda templaria en la península ibérica, el Bayliato de Jerez de los Caballeros, que ofreció una resistencia feroz hasta la caída del Castillo de Jerez en 1312.

Nunca se supo el por qué de este inusual y épico comportamiento. Eso sí, hay fuentes que relatan que, antes de la caída de la plaza jerezana, un convoy secreto abandonó el bayliato en dirección sur. ¿Qué transportaba?, ¿quizá los documentos parisinos?. ¿A dónde se dirigía?; ¿quizá hacia una ruta que la Orden se había preocupado de diseñar y preparar varias décadas antes y que pasaba por Cortegana?.

A Fr. Juan Bechao, por su heroicidad, inteligencia y espiritualidad

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