Dante, con su lenguaje contundente y tan rico en hallazgos sorprendentes, nos impresiona y conduce a reflexionar a lo largo de su Divina Comedia. Es indudable, que a veces los personajes históricos, mitológicos que Dante condenó al fuego eterno o premio con las delicias del Paraíso, no merecieron, ni los unos ni los otros, tan gran castigo ni tan excelsa beatitud. Sin embargo, el cuadro, la circunstancia en que los sitúa, tienen una fuerza tal, que inconscientemente relegamos el personaje, dejándonos llevar por sus fascinantes visiones y quedamos prendidos en el fulgor magistral de su hallazgo, permaneciendo envueltos en el misterio de sus palabras.

Si tuviéramos aquella “inteligencia sana” de la cual habla el poeta,  comprenderíamos ciertamente muchas cosas escondidas en su obra, pues dice:
“Oh vosotros que tenéis la inteligencia sana,
considerad la doctrina que se esconde
bajo el velo de los versos extraños”.
(Divina Comedia, Infierno, Canto IX, 63)

Existen, evidentemente, en su Divina Comedia, muchos pasajes misteriosos, indescifrables, que los mejores comentaristas no nos han podido aclarar. No seremos pues, nosotros, quienes demos la solución a este tema, pero puestos a meditar, nos atrevemos a poner de relieve ciertos aspectos que guardan un estrecho paralelismo con la Tradición, ya que si bien Dante presenta personajes que han existido, y que la mayoría de ellos han obtenido un poder o altos cargos en el mundo, siempre se vislumbra a través del objeto puramente temporal, una alegoría del mundo por venir. Nos referimos en este caso concreto, al Águila imperial, símbolo del Imperio Romano, y que a nuestro entender, es una prefiguración de otra Águila.

Para Dante, el emperador terrenal es la imagen del Emperador Celestial. Del mismo modo que el emperador tiene por misión el juzgar a sus súbditos, el Águila Celestial, juzgará a los hombres en el Juicio Final, y por esta razón, el poeta cita el poder temporal, para situarnos en el espiritual. Puede decirse, que existe en el pensamiento medieval una estrecha asociación entre la idea imperial y la realidad espiritual.

El autor Ponsoye, lo explica muy bien, describiendo los rasgos mesiánicos del Emperador Arquetipo, que caracterizan las leyendas de Carlomagno, Federico Barbarroja, Federico II…. Dice así:

“El tema de su carrera es siempre el mismo: Elección Divina, prueba, retiro, retorno glorioso. A veces se añade un tema eucarístico o bautismal (por el paso de las aguas, cambio de nombre). Generalmente, el Emperador elegido, se haya rodeado de una asamblea de doce miembros. El tiempo de su absconditio (ocultación), transcurre en una montaña o en una tierra desconocida, más allá del mar, símbolo evidente del centro del mundo. De allá. saldrá un día para combatir al Anti-Cristo: La renovatio imperii (renovación del imperio), anuncia así la repartio temporum (restauración de los tiempos).

Cada uno de los héroes legendarios, asumiendo los rasgos del Emperador, inicialmente jefe de un pueblo, volverán al frente de todos los pueblos o más bien, al frente de un pueblo universal de los santos. Se trata, pues, en todo caso, de una sola función, de manera que el Apocalipsis imperial, concuerda con el de Juan, Baruch, Edrás….
(continuará)

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