Se quejan los cristianos, de que en los distintos cultos que se identifican con ese nombre, se habla poco de Dios. También pude ser que en tu vida de cristiano, haya un grito interior que te está diciendo que le hables de Dios a cada una de tus obras y pensamientos.
Hay muchas cosas en la vida de las que podemos prescindir, pero de la vida misma en sí, no. Por eso es importante que la cuidemos en todos sus aspectos, especialmente en el espiritual, pues también se puede deteriorar esa vida interior y caminar por el mundo sin motivaciones, sin saber por qué, sin razones ni proyectos.
Para alimentar y guiar la vida espiritual, es imprescindible el coloquio, la conversación con Dios. Hay que escucharle y hablar con Él. Deja sentir Su presencia y notarse acompañado por Él. Para realizar este coloquio, es necesario hacer un alto, una parada interior y abrir el corazón para oír lo que el Señor quiere decir a cada uno de nosotros, y eso es una actividad personal e intrasferible, nadie puede realizarla sino uno mismo.
Al encuentro con Dios no se puede uno presentar, si no está revestido de unas disposiciones en las que resplandece la sinceridad, que busca lo mejor de lo bueno que puede haber en nuestro interior y ponerlo a disposición del mismo Dios. Si en todo momento se trata de buscar el bien, no cabe la menor duda de que se encontrará, pues entre los atributos Divinos está Su Bondad.
En seguida, viene la pregunta acerca de la necesidad del encuentro con Dios, de la meditación e interiorización. La respuesta no puede ser más clara y convincente: Solamente abriendo el corazón a Dios se aprende a  vivir. El maestro interior, no es otro que la misma presencia de Cristo en nosotros, por la acción del Espíritu Santo. ¿Acaso no sabéis que vuestra vida está escondida con Cristo en Dios?.
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