Hoy presentamos una nueva serie de publicaciones, relacionadas con los contenidos de los Concilios y Sínodos de la Iglesia Romana, que por lo mucho que han influido en la vida de los hombres y mujeres durante más de dos mil años, creemos puede ser de vuestro interés conocerlos.
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Introducción



A lo largo de más de dos milenios, los cristianos han mantenido una fuerte conciencia de comunidad entre sus miembros, que se ha visto acrecentada con las celebraciones litúrgicas y actividades caritativas y de asistencia en países poco desarrollados. En los primeros tiempos, el pueblo de fieles, elegía a sus obispos, y todos los de la región se reunían para consagrar al elegido de entre ellos. Esa era una forma de demostrar la unión de la comunidad.

La corresponsabilidad de obispos y comunidades, llegó a alcanzar su expresión más constructiva en el desarrollo doctrinal, la evolución de las normas y las exigencia de vida de las comunidades, más a medida que el número de cristianos iba en aumento, empezaron también a creer los problemas de la propia estructura y de la convivencia entre ellos. Por consiguiente, los obispos fueron tomando conciencia de su papel para intentar solucionar los problemas y de unirse para afrontar las situaciones que se iban presentando.

Parece ser, que en el siglo III de nuestra era, la proliferación de supuestas herejías doctrinales y el enorme aumento de los problemas administrativos, exigió un encuentro mas frecuente de los obispos de los diferentes lugares, para transmitir a sus respectivos fieles lo que consideraban herético y que se apartaba por tanto de la fe común que debían tener. Así nacieron los Sínodos y los Concilios, que ya tenían los antecedentes del Sanedrín judío y el Senado romano.

Desde lo que habitualmente hemos llamado Concilio de Jerusalén (reunión de apóstoles y ancianos), hasta la última reunión de los obispos americanos con el Papa Benedicto XVI en Brasil, han transcurrido más de veinte siglos de reuniones, Sínodos y Concilios, generalmente de obispos que en ocasiones, han ampliado la participación a sacerdotes y laicos para que colaboren en las conclusiones. En estas reuniones, se ha analizado la situación de la Iglesia, examinado las dificultades que la acucian, y de ello, se han adoptado decisiones, y han surgido preceptos y doctrinas, por lo que se puede afirmar sin lugar a dudas, que el cristianismo ha estado dirigido en sus momentos de más conflictividad y de tomar decisiones muy importantes, de una manera sinodal.

No olvidemos, que desde el inicio de las diócesis encabezada por su obispo, han sido comunidades emancipadas, conscientes de su autonomía, por lo que con demasiada frecuencia, se han producido dentro de la Iglesia muchos movimientos disgregadores. Por el contrario, los Concilios han manifestado con enorme contundencia la unidad de la Iglesia y la necesidad de diálogo. En los Sínodos, se produce un encuentro de los sacerdotes con el obispo y en los Concilios de los obispos entre sí.

Las reuniones de los obispos africanos de Cartago y los obispos de la Galia, constituyeron el alma de iglesias creativas y preocupadas por conseguir pautas y medios para ir a evangelizar a los pueblos que aún no estaban unidos al cristianismo. Algunos Concilios convocados por emperadores romanos, los Concilios de Toledo o los merovingios, mostraban más bien, la necesidad de los Estados de encontrar en la religión un apoyo a sus políticas. Carlomagno los utilizó para asentar su Imperio y respaldar la cultura carolingia. La Iglesia por su parte, contó con los Concilios para imponer sus ritos, valores y costumbres en situaciones convulsas, dominadas por la prepotencia de señores feudales y el abandono de los preceptos de su concepto de moralidad, por parte del pueblo.
(continuará)

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