Concilio de Constantinopla
Entre los Concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381), transcurrió un periodo complejo y conflictivo, que los historiadores denominan “crisis arriana”. Intervinieron diversos factores en su dramática evolución: Doctrinales, rivalidad entre sedes, intervenciones siempre inoportunas de los emperadores, discusiones entre griegos y latinos y a veces entre los mismos griegos. Se reunieron en la cristiandad alrededor de cuarenta Concilios que no consiguieron apaciguar la situación.
Por otra parte, alrededor del 360, algunos escritores pusieron en duda la Divinidad del Espíritu Santo y a ellos contestaron los orientales Atanasio de Alejandría, Gregorio Nacianceno y en Occidente Ambrosio de Milán. Fue este tema el que impulsó a Teodosio a convocar un Concilio puramente oriental, sin que sus participantes tuvieran conciencia de formar parte de un Concilio ecuménico.
Mapa de localidades
Teodosio I, emperador de Oriente desde el 379, tras señalar a sus súbditos, en un mandato del 28 de Febrero del 380, en el que decía debían profesar la religión que el apóstol Pedro había enseñado a los romanos.
El emperador, decidió convocar a los Obispos a la capital, con el fin de lograr, finalmente, siguiendo la doctrina de Nicea, la paz y la unidad religiosa, violentamente desgarrada por predicadores de doctrinas extrañas. Consciente de que eran los Obispos quienes debían decidir sobre el asunto, el emperador sólo participó en la solemne apertura y no ejerció en los trabajos posteriores la influencia que Constantino había ejercido en Nicea.
Se trató de un Concilio no sólo oriental, sino sobre todo al principio, casi exclusivamente formado por Obispos del ámbito teológico antioqueno y sufragáneos de Melecio de Antioquia, que manifestaron un resentimiento contra el predominio doctrinal del eje romano-alejandrino. De hecho, el Papa Dámaso. No estuvo oficialmente representado y tampoco estuvieron presentes en las primeras sesiones los Obispos del área alejandrina, muy compenetrados con Roma en este tema.
Basa del obelisco de Teodosio., símbolo del traslado del Imperio a Constantinopla
Esta animosidad de la mayoría conciliar contra Roma, incluso bajo la presidencia de Gregorio Nacianceno, Obispo un poco de tiempo de Constantinopla, no logró imponer una línea más conciliadora, debido en mayor parte a la dureza e intransigencia demostrada por Dámaso en su relación con las difíciles cuestiones teológicas de Oriente.
Por estas razones, Occidente lo consideró un Concilio más de Oriente y no lo recibió como ecuménico hasta después del año 519, tras la paz eclesial con Constantinopla. Asistieron unos 150 Obispos, reunidos de Mayo a Julio, pero no se conoce con precisión su desarrollo porque las actas no han llegado a la actualidad. Los Obispos reafirmaron la doctrina de Nicea, insistiendo de manera especial en la doctrina sobre el Espíritu Santo, del que apenas se había tratado en el Concilio anterior, todo él volcado entre las relaciones del Padre y el Hijo. Constantinopla afirmó la total identidad Divina del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Tal como se recita, todavía hoy en las misas de la Iglesia tanto ortodoxa como católica, el Espíritu Santo es Señor y vivificador, que procede del Padre y que con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado y que ha hablado por medio de los profetas.
San Ambrosio bautiza a San Agustín
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