Esta parte del Sermón es sorprendente, ya que se habla de la importancia de la conducta, el arte de vivir, el secreto de la felicidad, la manera de superar la adversidad, el acceso a Dios y la emancipación del alma. No hay nada que pueda aprenderse en las bibliotecas o laboratorios, que valga la millonésima parte de estos versos: “No juzguéis y no seréis juzgados y con la medida que midiereis se os medirá”.
Si el hombre comprendiese el significado de estas palabras y las creyese, su vida cambiaria de arriba abajo radicalmente. Esto ha sido pasado por alto por la mayor parte de los cristianos, aunque lo hayan leído miles de veces. Así como pensamos, hablamos o nos portamos con otros, así será con nosotros. Eso no quiere decir que si hacemos algo bueno a alguien, será ese mismo quien nos lo devolverá, casi nunca ocurre así. Pero tal vez años después y en otro lugar, alguien que no sabe nada de la acción anterior, nos pagará con la misma moneda.
Por cada palabra áspera que decimos, se nos devolverá; cada vez que engañemos, seremos engañados. Muchas personas se quejan de la ingratitud de quienes han ayudado (muchas veces con razón), pero esta queja manifiesta una actitud mental que es importante corregir. Si uno se ofende porque no recibe gratitud, es porque la ha esperado y eso es un gran error, ya que la verdadera razón para ayudar a otros, es porque es nuestro deber en la medida en que podemos hacerlo sabiamente o porque es una expresión del amor, en cuyo caso tampoco espera recompensa.
Cuando se espera gratitud, se crea en la otra persona un sentido de obligación. Hagamos la buena acción y sigamos nuestro camino sin desear ni esperar un reconocimiento personal. Pensar rectamente en lo tocante a Dios, al prójimo y a si mismo, esto es la Ley y los Profetas. Sabiendo que el dominio se encuentra en el Lugar Secreto, es ahí donde hay que poner la atención observando el mandamiento: “No juzguéis”. Pensad en otros tal como queráis que piensen en nosotros; la observancia de esta Regla de Oro, se convierte en un deber solemne y es una vital deuda de honor. Habiendo comprendido esta Ley suprema y su función, el discípulo está preparado para dar el siguiente paso y como es posible elevarse, incluso por encima de la Gran Ley en nombre de Cristo.
En la Biblia, el término Cristo no es sinónimo de Jesús, la persona. Es un término que quiere decir la Verdad Espiritual y Absoluta, acerca de cualquier cosa. Discernir esta verdad acerca de alguna persona, condición o circunstancia, de inmediato sana a esa persona o circunstancia, siendo el mejoramiento en la misma medida del grado de consciencia del que piensa. Esta es la esencia de la curación espiritual. Una curación mental, consiste en hacer lúcida e inteligente a una persona atrasada. La Ley Espiritual, eclipsa y domina todas las leyes del plano físico y mental, y eso no significa que estas leyes se puedan romper, sino que el hombre, por su naturaleza esencialmente Divina, tiene el poder de levantarse por encima de estos planos al plano del Espíritu, donde las otras leyes no le afectan más; él no viola sus leyes, se aventura mas allá de sus fronteras.
En espíritu, todo es perfecto, eterno e inalterable, aquí no hay nada malo que se pueda cosechar porque no se puede sembrar, por lo que si un hombre se levanta hacia el mundo del Espíritu por la oración, la meditación, etc., así se pone bajo la Ley del Bien Perfecto y se libera del Karma. Esta es la gran noticia y por eso se llama Buena Nueva o Evangelio. Pero el hombre puede elegir permanecer en la región limitada y ahí queda estrechamente ligado a la rueda del Karma y Cristo es el Señor del Karma.
En cuanto oramos, comenzamos a elevarnos por encima del Karma y por tanto a erradicar las consecuencias de los errores pasados, pues no hay ningún mal que pueda resistir la acción de Cristo sanador.