Todos queremos hacer Su voluntad algunas veces y en ciertas cosas, pero mientras no estemos listos para incorporarlo todo a nuestra vida, no obtendremos más que resultados parciales. He aquí un peligro muy sutil, que exige una vigilancia incesante. No debemos permitir que ninguna institución, organización, libro, hombre o mujer, se interpongan entre nosotros y la búsqueda de Dios. Se puede sacar provecho de fuentes exteriores, pero no rindamos nunca a otro nuestro propio juicio espiritual. Demos gracias a los que nos han ayudado, pero estemos dispuestos a dar el paso que sigue, recordando que el principio de Vida, no puede someterse a la explotación ni de una persona ni de una organización. No debemos lealtad a ninguna cosa o persona, excepto al Cristo que mora en nuestro Lugar Secreto, y sólo siéndole fieles, podremos conservar nuestra integridad espiritual y entonces la voz de la Verdad, no podrá decir que no nos conoce.
XIX. No todo el que dice ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino.
(continuará)
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