El conocimiento de la Verdad, no nos puede acarrear la pérdida de nada que valga la pena poseer. Muchos creen, que comprender mejor a Dios, requiere la renuncia de cosas que sentirían perder y eso es confundir la cuestión. Lo que uno tiene que sacrificar es el egoísmo, el temor, la idea de que la limitación es necesaria. Y sobre todo una cosa debe ser sacrificada: La creencia de que el mal tiene alguna resistencia o poder, aparte del que nosotros mismos le concedemos, creyendo en él.
Lo que ocurre es que conforme avanzamos, lo que antes era placentero ya no nos causa satisfacción. Conforme mayor es el conocimiento espiritual, tanto más severo es el castigo que nos acarrea el violar la ley moral. Es imposible progresar en el aspecto espiritual, a menos que se trate de vivir según la Ley Moral. Los fariseos obedecían la Ley Moral tal como la comprendían, pero no comprendían más allá de la letra, lo cual desembocaba en el orgullo espiritual y fanatismo religioso. El desarrollo espiritual y el nivel más alto de la conducta, deben ir juntos, no pueden existir el uno sin el otro.