Aquí tenemos el más caro, sofisticado y, naturalmente, resistente tipo de fábrica: La sillería. Y no sólo era cara, ya que precisaba de canteros cualificados, sino que su utilización dependía sobre todo de la disponibilidad de material, circunstancia ésta que no siempre tenía lugar. El método en sí era básicamente el mismo que el usado para el mampuesto, a base de dos paramentos con relleno de tierra colmatada meclada con cantería, etc., pero la sillería, colocada a soga y tizón y trabando los paramentos de las cortinas con los de los cubos, daban al conjunto una resistencia superior a los otros dos tipos de fábrica; y no sólo contra los ingenios usados en los cercos, sino también contra la erosión y los agentes meteorológicos.

Para llevar a cabo éste tipo de obras se requería, como se ha dicho, la presencia de canteros cualificados. El trabajo debía ser abrumador. Había que cortar del terreno enormes bloques de piedra, partirlos en trozos y darles la forma adecuada. Y todo a base de herramientas manuales: Martillos, cinceles, bujardas… Y hablamos de miles y miles de sillares. Cada cantero tenía su marca, que estampaba en cada sillar una vez concluido a fin de que el jefe de las obras llevase la contabilidad del trabajo de cada uno para luego pagar a cada cual la cantidad pactada. Estas marcas nos permiten saber con exactitud el número de canteros que participaron en la obra. He ahí unos ejemplos:

A veces, incluso encontramos la misma marca en edificios distintos. Quizás el mismo cantero, quizás su hijo o su nieto, heredero del oficio familiar.

Por lo general, éste tipo de fábrica no requería el uso de morteros, por lo que el asiento de cada sillar se llevaba a cabo simplemente colocando uno sobre el otro. Eso, obviamente, requería que los planos del mismo estuviesen perfectamente enrasados, lo cual suponía un trabajo cuidadoso que alargaba la obra. Un castillo de tamaño medio fabricado mediante éste método podía suponer tranquilamente más de quince e incluso veinte años de trabajo si hablamos de un edificio puramente militar, o sea, sin adornos arquitectónicos ni dependencias de tipo palaciego.


En la imagen superior podemos ver la parte superior de un fragmento de una cerca urbana. En el lado izquierdo, los restos del parapeto, actualmente desmochado. En el derecho, el paradós y, adosada a la cortina, la escalera que daba acceso al adarve. Conserva restos del pavimiento original, fabricado con lajas de cantería. Es más que evidente, por el grosor de la muralla, la indudable resistencia de la misma.En definitiva, hablamos del tipo de fábrica más adecuado para arrostrar de forma exitosa cualquier agresión enemiga. Pero su consecución estaba, como se ha dicho, supeditada a la disponibilidad de material y, sobre todo, dinero, muchísimo dinero, necesario para pagar los elevadísimos costes de las obras. En una época en que la nobleza vivía en muchos casos de expoliar a sus vecinos a base de aceifas y algaras y la corona tenía que entregar muchas de sus rentas a nobles y órdenes militares para tener su apoyo político y militar, éste tipo de construcción era, aunque deseado, difícil de llevar a cabo. Por ello, sólo las casas nobiliarias más ricas, los concejos con los medios económicos adecuados o las poderosísimas órdenes militares podían permitirse arrostrar gastos semejantes. Todos los derechos reservados Copy Right 2008 Orden del Temple