Por lo general, éste tipo de fábrica no requería el uso de morteros, por lo que el asiento de cada sillar se llevaba a cabo simplemente colocando uno sobre el otro. Eso, obviamente, requería que los planos del mismo estuviesen perfectamente enrasados, lo cual suponía un trabajo cuidadoso que alargaba la obra. Un castillo de tamaño medio fabricado mediante éste método podía suponer tranquilamente más de quince e incluso veinte años de trabajo si hablamos de un edificio puramente militar, o sea, sin adornos arquitectónicos ni dependencias de tipo palaciego.
En la imagen superior podemos ver la parte superior de un fragmento de una cerca urbana. En el lado izquierdo, los restos del parapeto, actualmente desmochado. En el derecho, el paradós y, adosada a la cortina, la escalera que daba acceso al adarve. Conserva restos del pavimiento original, fabricado con lajas de cantería. Es más que evidente, por el grosor de la muralla, la indudable resistencia de la misma.En definitiva, hablamos del tipo de fábrica más adecuado para arrostrar de forma exitosa cualquier agresión enemiga. Pero su consecución estaba, como se ha dicho, supeditada a la disponibilidad de material y, sobre todo, dinero, muchísimo dinero, necesario para pagar los elevadísimos costes de las obras. En una época en que la nobleza vivía en muchos casos de expoliar a sus vecinos a base de aceifas y algaras y la corona tenía que entregar muchas de sus rentas a nobles y órdenes militares para tener su apoyo político y militar, éste tipo de construcción era, aunque deseado, difícil de llevar a cabo. Por ello, sólo las casas nobiliarias más ricas, los concejos con los medios económicos adecuados o las poderosísimas órdenes militares podían permitirse arrostrar gastos semejantes. Todos los derechos reservados Copy Right 2008 Orden del Temple