Prosigamos con las técnicas para asediar fortalezas. Ésta entrada la dedicaremos al minado, un método que, como casi todos los usados en la Edad Media, procedía de muy antiguo.

El minado no era siempre posible, ya que, en muchos casos, los castillos estaban cimentados sobre una base rocosa, precisamente para evitar que el enemigo minase sus murallas o torres. Sólo los que se asentaban sobre un terreno normal era viable, y preferible a la construcción de elaboradas máquinas que, no siempre, eran todo lo efectivas que se deseaba. Sin embargo, el minado era un método relativamente fácil de llevar a cabo. Sólo era necesario tener la paciencia para llevarlo a término, pero sus resultados solían ser bastante eficaces.

Como se puede ver en el croquis superior, la mina no era más que un túnel que se excavaba hasta llegar a los cimientos de la muralla. Una vez allí, se amontonaban enormes cantidades de leña que, al arder, destruían en entibado, provocando con ello el derrumbre de la muralla y abriendo una brecha lo bastante amplia como para facilitar la invasión del recinto. Obviamente, debía ser un trabajo duro. Cavar un túnel de decenas de metros alumbrados con lucernas de sebo o con velas, en una atmósfera viciada y polvorienta, no debía ser precisamente un trabajo agradable. Además, era imprescindible abrir la boca de la mina a una distancia prudencial de las murallas, a ser posible fuera de la vista de los defensores ya que, si se percataban de las maniobras del enemigo, podían llevar a cabo precisamente lo mismo que ellos: La contramina:

Como se puede ver en el croquis superior, la contramina era precisamente lo mismo que la mina: Un túnel excavado bajo la mina enemiga, el cual se intentaba derrumbar atrapando en su interior a los zapadores o, lo que era peor, tener bajo tierra una escaramuza entre ambos bandos. Los combates que tenían lugar en las caponeras, que era como también se llamaban este tipo de obras, eran terroríficos. Imaginemos una pelea en un túnel angosto, casi o totalmente a oscuras, en un cuerpo a cuerpo brutal donde sólo se podían usar puñales porque no había espacio para manejar otro tipo de armas. En muchos casos se mataban entre hombres del mismo bando por no distinguir en aquel tumulto tenebroso al amigo del enemigo.
Volviendo al tema incial, una vez concluida la mina y encendida la leña apilada bajo los cimientos, las tropas atacantes esperaban a ver los resultados de la zapa. Si todo había sido bien calculado, el derrumbe tenía lugar tarde o temprano. Con la aparición de la pólvora y se tuvo constancia de su poder destructivo, se optó por éste material para, no ya derrumbar una muralla, sino para volarla literalmente. Aunque la pólvora no es un explosivo, sino un propelente, la presión generada por su combustión en un sitio tan angosto producía unos efectos similares a los de un explosivo.

Las minas se han usado hasta hace poco tiempo. En la Primera Guerra Mundial aún se minaban fortificaciones enemigas, o líneas de trincheras que eran literalmente borradas de la faz de la tierra, dejando a sus ocupantes sepultados tras la detonación de varios cientos de toneladas de explosivos. Todos los derechos reservados Copy Right 2008 Orden del Temple