¿PARA QUÉ UN TEMPLARIO EN EL SIGLO XXI?. ¿QUÉ HACE UN POBRE SOLDADO, CABALLERO O AMAZONA BLANCA DE LA MILICIA DEL CRISTO EN LA SOCIEDAD DEL MUNDO DE HOY?. ¿QUÉ OBJETO TIENEN ESOS Y ESAS A LOS QUE LOS PROFANOS Y SABIOS DEL MUNDO LLAMAN CON DESDÉN “LOS LOCOS DE DIOS”?.
Muchas preguntas para un enunciado, ciertamente. Pero como sabemos que en el mundo de hoy, hay muchísimos que se hacen estas preguntas, y que no acaban de comprender o buscar su profundo significado, hoy, después de una noche de oración, esperando también respuestas de Nuestro Señor y Maestro, que nos den fuerzas para seguir adelante con ese yugo, esa carga, que como Nuestro Señor, pusimos voluntariamente sobre nuestros hombros, guardando las enormes distancias entre el Señor y sus siervos, pero intentando humildemente seguir sus pasos, Su dolor, la incomprensión del mundo, el desprecio, la difamación, los contratiempos, el sudor, el abandono de los queridos…., el ser llamados con desprecio, con desdén, “esos locos de Dios”, en la peor de las interpretaciones posibles. Por ello, os traslado unas pequeñas reflexiones que espero os sirvan, porque son enviadas con mucho amor.
Pues como decía, después de una conversación mística, sin pretensión alguna de pasar por un “iluminado”, sino por un hijo que llama a Su Padre, y éste le contesta por el único medio posible: El corazón. Y a ese mismo lugar vuestro envío mi misiva.
Y llegan respuestas, pero no sólo a un humilde Templario, sino a todos aquellos que se paran, cosa difícil en esta sociedad en que vivimos, entran en el silencio y ESCUCHAN SU VOZ. Las personas por lo general, incluso los llamados “creyentes”, realmente no sabemos, no nos han enseñado a orar. Porque ¿qué es orar?. Pues algo tan simple y tan sencillo como hablar con tu Padre, Dios. No hace falta, aunque no es desdeñable en modo alguno, ir a un Templo de piedra para ello, porque TÚ, ya eres un Templo, un Templo de Dios vivo, y no necesitas ningún intermediario para hablar con Él. Pero para orar, charlar, hay que tener una predisposición especial, tú hablas, pides, ruegas, (aunque ya Él sabe lo que necesitas), pero luego, hay que aprender a ESCUCHAR. Él te habla, nos habla a todos día a día, minuto a minuto, pero estamos inmersos en tanto ruido, parloteamos sin cesar como una emisora de radio que no cesa, y jamás nos damos un tiempo…, ¡¡ay Señor!!…ese “no tengo tiempo”, cuanto tiempo para cosas realmente importantes nos hace perder.
Él nos habla, hermanos y hermanas míos, nos dice cual es nuestra causa, nuestro destino Divino, pero estamos sordos, sordos como “una tapia” para las cosas de Dios, nuestro Padre. Y cuando uno oye algo, porque tiene la voluntad, la fe y la decisión de parar y hacerlo, siente la profunda necesidad de compartirlo, con la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo…., pero…resulta que estamos en otra onda. Ni peor ni mejor, sino otra. Por ello, en el mejor de los casos no nos comprenden, nos llaman cosas peores o que andamos mal de la cabeza.
Más vemos que hay mucha, muchísima gente de buena voluntad, que están anhelando, que buscan sin cesar, porque tienen un vacío que no les llenan los caprichos, la buena vida, si entendemos por esta tener lujo, poder, dinero, buena ropa de temporada, coches de lujo, apartamentos en la playa, y un sin fin de objetos, para los que la gente normal, los que no somos ricos, sino que vivimos de un sueldo (el que hoy día tiene la suerte de tenerlo), se pasa la vida sin poder disfrutar, porque necesitan trabajar horas y horas para pagar todo ello. ¡Que ironía!. ¡Que desatino!.
Me preguntaréis ¿es acaso malo ser rico?. Pues no. Al fin y al cabo, el dinero es una energía neutra, y sólo es bueno o malo según el destino que se le dé. Y eso, creo, lo sabemos todos. Vivimos en un mundo donde impera lo material, todo cuesta dinero. Pero con él, se puede comprar droga o construir una escuela; tirarlo en cosas innecesarias o dar a los que lo necesitan para que tengan lo básico para alimentarse y vivir con dignidad. Y no hacen falta muchos más ejemplos, porque son fáciles de deducir.
Y os preguntaréis… ¿cuándo se responde el enunciado?, ¿para qué sirve un Templario?. Pues en eso estamos y comienzo a contestarlo, hermanos y hermanas míos, porque ni más ni menos que eso somos, porque todos somos hijos del mismo Padre. En la Oración mas grande jamás dicha, la cual os invito a leer en uno de los primeros textos del Blog, se dice claramente: Padre Nuestro, no Padre mío, lo cual ya nos dice claramente nuestra filiación. Somos hermanos, nos guste o no. Y es mi hermano el que mata, el que roba, quien se prostituye y quienes comercian con ello, y aquellos que cometen tantas y tantas cosas tan alejadas de la virtud, que no comprendemos que tengamos nada que ver con ellos. Nosotros, tan buenos, tan solidarios, que hasta estamos apadrinando no sé qué en unas ONG. Que mentimos, “pero poquito”, porque hay que salvar las apariencias; que apoyamos leyes que van contra la vida…. como si la vida fuera algo de lo que nosotros podemos disponer. ¡Pero si no podemos alargar ni un minuto de la nuestra!.
Pues siguiendo con el enunciado, el Templario, la Templaria, intenta humildemente, con lo que hace, no con lo que dice, dar un testimonio sincero de la Verdad, de esa perla que descubrió en un momento de su vida, y que desea hacerla ver a los demás. Hacerle comprender, que no es necesario ir por un sendero empedrado, lleno de baches y precipicios, cuando hay una maravillosa autopista hacia el Cielo, ese Sendero del Grial que el Maestro, Nuestro Señor, vino y dio Su vida para darla a conocer.
Que recordemos nuestra filiación, que somos Hijos de Dios, y que como el Maestro dijo: Dioses sois y cosas más grandes que estas haréis”. Lo que pasa es que eso es muy bonito, pero en realidad no nos lo creemos. Es como si fuera un bello cuento de la Historia Sagrada esa que se estudiaba antes en los colegios. Ahora poco, porque eso es “alienar al personal”. Es “imponer” una creencia que es un rollo y no va con los tiempos.
Pues miren Vds., para eso también están los Templarios, pero los de verdad, los que llevan el Non Nobis, (Nada para nosotros, Señor), hasta el último detalle de sus vidas. Nada de parafernarias carnavalescas, de sacar el dinero a los incautos, para ser nombrados Caballeros de un día para otro, como si ser Caballero de la Orden del Temple, fuera algo no que se gana, sino que se paga. Nada de eso tiene que ver con la Orden del Temple, con los Templarios, los Pobres Caballeros del Cristo, porque en esos hombres y mujeres, no cabe otra cosa que trabajar incansables para la Gloria de Dios y los Planes del Cristo, sin otra recompensa que el deber cumplido, en silencio, sin algarabías, pero con la alegría de servir a su Señor. Esa es su “paga”.
Y recordad lo que dijo el Maestro: “Lo que recibís gratis, dadlo gratis”. Es una aberración comercializar con las cosas de Dios. Y otra importante: “Por sus hechos los conoceréis”.
Hay para más, mucho más….., pero ya seguiré mañana, pasado u otro día. Por hoy ya hay bastante para reflexionar. Que Dios os bendiga a todos, y a nosotros nos dé fuerzas para que si caemos, como personas falibles que somos aún, Su ejemplo de las tres caídas camino del Calvario, nos recuerden que uno se cae, pero puede volver a levantarse.
¡¡Feliz día de la Navidad, de un hermano, una hermana, Templario-Templaria!!.
Non Nobis, Domine, Non Nobis.
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