El vértice del cono, que representa el centro del círculo, corresponde a las vibraciones de corta longitud de onda, por consiguiente a las de frecuencia más elevada. Es en este punto donde se encuentra la paz espiritual, que no es una paz inmóvil, estancada, sino un estado de vibración intenso en cuyo seno se realizan las actividades más sublimes. Es en esta paz donde el espíritu puede manifestarse plenamente.
Para acercarnos al centro, a las regiones Divinas, debemos sintonizarnos con las ondas de frecuencia más elevadas, es decir, aumentar la intensidad de nuestro pensamiento, de nuestros sentimientos. Cuanto más intensa, sutil, espiritual se vuelve la vida, más se acerca a las regiones celestes y a los habitantes de estas regiones, hasta el Creador. Pero cuando se entibia, cuando ya no tiene esta fe, este ardor, este entusiasmo, se deja caer en la materia, se vuelve pesado, lento, grosero, su belleza desaparece, su pensamiento se fija, y ya no es más que una piedra. Por tanto, los que quieren encontrar este centro, deben aumentar la intensidad de su vida.
Todos los seres buenos y malos, dejan huellas. Del mismo modo, si introducís al punto central, Dios, en vuestra vida interior, Él dejará huellas. Si os unís al punto central, a Su presencia únicamente, a Su existencia. Él deja algo que es exactamente de la misma naturaleza que Él, es decir, luz, inteligencia, bondad, armonía, belleza. Sólo hay que dejarle entrar. Una vez que ha entrado, Él sabe cómo hay que actuar. Por eso los Iniciados dicen: “Pensad en el Señor, dejadle entrar en vosotros para que Él llene vuestra vida”, pues sólo la presencia Divina es capaz de remediar todo; ella cura, purifica, da la vida, armoniza y resucita.
Cada día, y en distintos momentos, debemos pensar en este centro, si queremos salir de la periferia, ya que si no permaneceremos en ella, por solo dedicarle algunos minutos de vez en cuando. Por tanto, es necesario ejercitarse en encontrar este punto central. Una vez que se comprenda su importancia y su valor, cada vez que cerrando los ojos pensemos en este centro Divino que está en nosotros, sentiremos que nos invaden la paz, la alegría, el asombro y la gratitud.
Sólo con sus facultades intelectuales, el hombre no puede franquear ciertos límites. Debe, pues, sobrepasar el plano mental para elevarse hasta el plano causal donde recibe la intuición, la penetración instantánea de las cosas , y en ese momento ve, comprende todo de golpe, pues todo le es mostrado.
No contéis, pues, demasiado con vuestro intelecto, con sus razonamientos, sus combinaciones, sus deducciones, sino con la meditación, con la oración, con la concentración, intentad siempre subir hasta la cima, y de un solo golpe, todo se esclarecerá.
Jesús ha dicho: “Hágase tu Voluntad así en la Tierra como en el Cielo”. Esto significa que la tierra debe ajustarse al Cielo. Para tener las mismas formas, la misma belleza, el mismo esplendor, es preciso que se ajuste. El Cielo vibra con tal intensidad que si la Tierra quiere ajustarse a él, debe intensificar sus vibraciones. Con ello volvemos a la cuestión de la intensidad de las vibraciones del punto central. El punto central resulta inaccesible en tanto que el hombre no vibre en la misma longitud de onda que él. Sí, mientras no llegue a vibrar como él, el hombre no podrá nunca saber lo que es ese punto, lo que dice, lo que contiene, lo que le aporta. “Así en la Tierra como en el Cielo……”. La Tierra, somos nosotros, es decir, nuestro estado de conciencia actual. Debemos esforzarnos y poco importa el tiempo que nos lleve, hasta que esta parte de la periferia que somos llegue a ajustarse y a vibrar al unísono con ese centro del círculo que es la Fuente Primordial. En ese momento, se establece la circulación, las corrientes pasan, nos atraviesan, y sabremos todo lo que ese punto sabe.
Non Nobis
Copyright. Todos los derechos reservados. Orden de Sión