Cuando las células de nuestro cuerpo convergen hacia el espíritu, todo funciona en perfecta armonía. Para ello hay que
ser consciente de nuestro circulo (que es nuestro cuerpo) y unirse al Supremo para que nos irradie con Su Amor y Su Luz.
La cabeza de una familia, la cabeza de una sociedad….., todas representan al Señor, son representantes, en diferentes grados, del único principio Divino, el Señor. Si separamos de Dios una de estas cabezas no obtendremos de ello ningún beneficio. Si no consideráis a vuestro padre como el representante de Dios en vuestra familia, él no puede aportaros nada porque no lo vinculáis al principio Divino. Lo esencial es establecer un vinculo entre cada cosa cada ser y Dios. Si tenéis un Maestro y no lo consideráis como un aspecto del principio Divino, no puede hacer nada por vosotros, aunque tenga todos los poderes. Cuando se cierran las contraventanas no puede entrar el Sol.
Este vinculo con el principio Divino es esencial también en el ámbito del amor. Cuando un hombre y una mujer quieren manifestar el verdadero amor y conocer la verdadera felicidad, la liberación, deben siempre considerarse mutuamente como representantes del Padre Celestial y de la Madre Divina.
Cuando un Iniciado quiere celebrar una ceremonia mágica debe entrar en armonía con todas las fuerzas del cosmos para estar protegido, traza entonces un círculo alrededor suyo: Él está pues, en el medio y es él quien representa el centro. Mediante este acto dice a todo el Universo: “Yo soy el ser que comprende. Yo soy el ser que no reconoce más que la supremacía, el dominio, y la realeza del Único Dios Verdadero, del Principio Eterno que gobierna al Universo”. En aquel momento todos los espíritus de la Naturaleza se someten a él. Pero si no actúa de este modo, los espíritus se precipitan para combatirle y puede ser fulminado.
Desde el punto de vista geométrico, el centro del círculo puede ser considerado como la proyección del vértice de un cono. Si nos servimos de los colores: Cada color del prisma corresponde a una onda de frecuencia tanto más elevada cuanto más se aproxima al violeta. Las longitudes de onda de las vibraciones luminosas forman, así una secuencia continua que va de las más grandes (rojo) a las más pequeñas (violeta) y, como la luz posee una simetría de revolución en torno a la dirección de propagación, la cadena que forma la sucesión de estas vibraciones es una espiral crónica.
(continuará)
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