Los Iniciados siempre han enseñado la importancia de un centro al que el hombre debe unirse, pues saben que si no existe un punto central alrededor del cual giren las partículas, los átomos y los mundos, todo se disloca, es el caos, la anarquía universal. Siendo, la condición más importante para la armonía, para el equilibrio, para la vida, el que exista un centro, alrededor del cual las partículas deben gravitar.

En el Sistema Solar, su centro es el Sol, que contiene el equilibrio y hace girar a todos los planetas dentro de la mayor armonía.

En la familia, el centro es el padre; en un país es el rey; en un ejercito es el general en jefe; en el huevo es la yema; en el ojo es la pupila; en el ser humano es el espíritu. Por tanto, siempre debe haber un centro, una cabeza, no dos, ni tres. En el Apocalipsis, la Bestia es representada con siete cabezas, y también en la mitología griega la hidra de Lerna tenía siete cabezas.

Estas múltiples cabezas son el símbolo de la anarquía. Si hasta ahora la humanidad ha vivido siempre en la anarquía, es porque está gobernada por varias cabezas. La situación no podrá mejorar hasta que los hombres acepten someterse a una sola cabeza, tal como se dice en los Evangelios: “No habrá más que un solo rebaño y un solo Pastor”.

Para que reinen el orden y la armonía hace falta una cabeza, un centro, una cima alrededor de la cual todo pueda girar. Pues es este punto el que concentra todas las fuerzas de la unidad. El gran Centro del Universo, que es Dios, se refleja en todos los planos, en todas las regiones y todos los que le representan están unidos entre sí como por un hilo central.

En un collar de perlas, todas las perlas, tanto pequeñas como grandes, están unidas entre sí por hilo central. Es así como el gran Centro del Universo, Dios, que es la Fuente Primordial, que es la Causa Primera, que es el Espíritu y el Alma de todo lo que está vivo, se refleja en las menores cosas para vincularlas, para que por todas partes se instalen el orden y la armonía. Todos los demás centros deben, por lo tanto, estar unidos a Él. Aquellos centros que no están unidos a este Gran Centro no pueden recibir esta corriente de vida; por eso se debilitan poco a poco y terminan por desaparecer. Si todos aquellos que en la vida colectiva representan un centro (el padre de familia, el profesor, el alcalde de un municipio…..), no tienen consciencia de este vínculo, sólo aparentan ser representantes de Dios.

Cada cabeza, cada centro en el mundo debe ser consciente de lo que representa, y si cumple su función de representante de Dios en la región y extensión de que dispone, está verdaderamente unido a la primera Cabeza y recibe fuerzas y virtudes que puede luego distribuir a los demás. Pero todo está en la consciencia, todo está en la comprensión. Los que cumplen sus funciones de manera mecánica, automática, no reciben nada, aunque estén muy bien situados.
(continuará)

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