Tanto la naturaleza como el pensamiento, se rigen por dos procesos inversos: La condensación y la dilución. Se puede condensar un problema filosófico hasta reducirlo a una frase, a una semilla. E inversamente, podemos desarrollar esta frase, esta semilla hasta abrazar al Universo entero, y de esta forma ¡tenemos un árbol!. Es esencial ejercitarse en estos dos campos: Condensar y luego diluir; cristalizar, sintetizar y después introducir la vida, hacerla crecer y circular….. . Son los dos procesos: “Solve et coagula”: Diluir y condensar. Las cosas se pueden diluir en el infinito hasta no verlas, y hasta hacerlas desaparecer en la eternidad, y eso es SOLVE. Luego, si se quiere ver de nuevo, se hace aparecer, condensándola, y eso es COAGULA.
Es importante profundizar en el lenguaje de los símbolos, pues haciendo aparecer los vínculos, las correspondencias entre las cosas, se revela la profunda unidad de la vida. Pues la vida tiene esto de particular, que todo en ella se halla perfectamente reunido y dispuesto, cada cosa en su sitio, funcionando en vinculación con las demás.
La vida tiene sus grados. Y cuando el hombre comienza a comprender las correspondencias lejanas, imperceptibles, sutiles, etéricas, que existen entre cada cosa y cada criatura del Universo, entonces el hombre conoce la verdadera vida y comienza a vivirla.
El círculo es el símbolo del Universo y el punto representa al Ser Supremo que le sostiene y anima. El centro se encuentra a igual distancia de todos los puntos de la periferia, y por ello mantiene al círculo en equilibrio.
En el Tarot, podemos observar que la rueda está representada por la décima carta. La décima carta del Tarot es una rueda que gira. Su número es el 10, si lo interpretamos, constatamos que el cero es el círculo y el uno el punto central. Sí, el uno es el punto, porque la proyección de una línea vertical, sobre un plano horizontal da un punto. Así pues, aquí tenemos al principio masculino, el uno el punto central, y el cero es el principio femenino, el círculo. Y cuando el uno y el cero se reúnen, es la plenitud. Sin el uno, que es el principio masculino o el espíritu, la materia, el cero, no está organizada. Ella posee todas las riquezas, pero es el uno quien la organiza. El uno no debe estar nunca solo, porque entonces seguirá siendo una materia desorganizada, un caos.
(continuará)
Copyright. Todos los derechos reservados. Orden de Sión.